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Ni las hojas se mueven

16/02/2022
 Actualizado a 16/02/2022
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¿Cuánto duran unas elecciones? Podría decir que toda una vida porque, celebradas unas, ya se piensa en las siguientes. Siempre estamos buscando algo que nos falta o deseamos, para nosotros o la tierra en que vivimos: una empresa, una autovía, un puente... o que nos devuelvan lo que hemos perdido por el camino autonómico. Pero en nuestra situación, nada se hace realidad. Es sorprendente que un territorio como León, tenga la mirada fija en un pasado de esplendor y otra en un incierto futuro. En otros tiempos rompimos grilletes y fierros. Hoy estamos encadenados.

Vistos los resultados de estos comicios, dicen ciertos medios que se aprecian grandes cambios y novedades. Unos políticos se han ido y otros han aparecido. Pero no hay que alarmarse, no hay problema, porque nunca van a faltar.

Los primeros, viendo peligrar su mandato, ya buscaron algún recoveco de la administración, donde seguir cobrando sin armar ruido, con un trabajo testimonial. No vamos a ser tan crueles de hacerlos trabajar, sin experiencia ni conocimientos. Hay que pagar los servicios prestados y aparte, esta práctica es un pacto entre los profesionales de la política de cualquier color que sean. Hoy por ti, mañana por mí. Como se dice, «entre bomberos no nos vamos a pisar la manguera».

En cuanto a los que han alcanzado el poder o ya estaban en él, después de tanto hablar y encandilar a la gente, todavía están reventados de recorrer esta vasta comunidad –que debiera de ser dos– y con la boca seca de tanta cháchara.

También es protagonista fundamental el pueblo, el populacho, nosotros en una palabra. De tanto escuchar discursos manidos y frases huecas, ya nos duelen hasta los tímpanos pero, pronto volverá el silencio, porque nuestro papel en el teatro ha concluido y ya vamos saliendo entre las bambalinas. Mutis por el foro.

Ahora empieza el tiempo de los líderes –no he visto a ninguna lideresa– haciendo cábalas para sacar el mayor rendimiento posible del evento. Empiezan las dulces palabras y, por detrás, puñaladas traperas. Se comportan como chalanes en la feria, comprando o vendiendo ganado y cortando las crestas con las viejas tijeras.

Posiblemente, a la hora de votar cogiste la papeleta con desgana, sin saber cuál, o siempre la misma por eso de la rutina. Sin embargo, esa humilde papeleta, cuyo valor despreciamos, se ha convertido en papel moneda y tiene un enorme peso, dentro de este rastro político para urdir la trama. La cosa tiene tela porque el precio del poder es caro –y en la mayoría de los casos vitalicio– por lo cual hay que hacer muchos aspavientos o esparavanes, como decimos en León.

Al cabo, en unas semanas puede que cada cual debería estar acomodado, como los trebejos en el damero de ajedrez. Algunos no estarán donde pensaban, aunque no le harán ascos al escaño. Y dentro de poco, serán ya amigos, porque «el roce hace el cariño». Luego sesiones, comisiones y cenas, copas y lo que salga.

Los pueblos, no se salvarán, nuestra provincia de León seguirá desangrándose, los ancianos más desvalidos y los jóvenes emigrando por millares.

Los pequeños partidos que han nacido, poco podrán hacer. Y los de siempre, han mirado más en la campaña, hacia Madrid y el separatismo, que para las dramáticas carencias de la comunidad. Son sus problemas y expectativas políticas lo que les importa, no nosotros. A pesar de los inconvenientes (el frío y las malas comunicaciones) esta campaña ha sido un paseo militar.

Cuánto me gustaría equivocarme y contar alegres historias con finales felices. Pero las cosas son como son y no como nos dicen o como deseamos. A fin de cuentas, «un optimista, es un pesimista mal informado».
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