Nepomuceno, el hombre que derrotó a Topalov

Muere el periodista leonés Miguel Ángel Nepomuceno, el pionero del ajedrez en León

Fulgencio Fernández
17/06/2022
 Actualizado a 18/06/2022
Miguel Ángel, gran cinéfilo, trabó una gran amistad con Viggo Mortensen. | L.N.C.
Miguel Ángel, gran cinéfilo, trabó una gran amistad con Viggo Mortensen. | L.N.C.
Os voy a decir una cosa. Yo no sé si esto que llaman mundo y vida lo organiza alguien, que me temo que no, pero si hay alguien a los mandos me va a permitir que le diga que no tiene ni zorra idea. Lo que le ha hecho pasar a Miguel Ángel en esta larga batalla que acaba de perder en este viernes más de dolores que nunca es tan cruel como injusto y temprano.

La noticia, muy triste, es que acaba de fallecer Miguel Ángel Nepomuceno; el pionero del ajedrez en León, el hombre que venció a Topalov, el crítico de música más libre, cinéfilo empedernido, el periodista capaz de andar miles de kilómetros –no exagero– para buscar primicias que no están al alcance de todos; es más, solo están al alcance de gente como él.

Cuando me enteré de su muerte tuve el triste deber de decírselo a su primo Jaimito, el hijo de Mael, el único pariente directo que le quedaba de su familia materna, la Salcedo. Lo que Fernando Jaime dijo, lo que dice siempre que sale su nombre, lo explica todo: «Miguel siempre fue el orgullo de la familia».

Yo añado más. Miguel es de nuestro pueblo (Cármenes) aunque hace años, desde que murieron sus tíos y sus primos se fueron a buscar la vida a otras tierras, que lo frecuentaba menos, pero Miguel también era, seguía siendo, el orgullo del pueblo. En su veterana Semana Cultural varias veces se hicieron actos con Nepo de protagonista; aunque la enfermedad y la pandemia se llevaron por delante el acto estrella que había preparado para cuando su batalla con la enfermedad se lo permitiera: Unas simultáneas contra todos los que se inscribieran en un taller que iba a impartir y unas partidas a ciegas. Pero el que organiza esto de la vida lo impidió, os insisto yo que no tiene ni idea.

Pocos tipos de convicciones más fuertes que Miguel Ángel, por cuyas venas circulaba la sangre del paisano íntegro que heredó la pasión por entregarse a causas nobles de su padre, Nepomuceno, el maestro represaliado, y la dignidad de su madre, Pilar, que siempre honró la memoria familiar y tuvo uno de sus días felices cuando ya superados los 90 recibió el homenaje del PSOE porque tenía el carnet más antiguo de la organización. Era un orgullo para su hijo Miguel Ángel, que jamás hizo ostentación de sus cosas y creencias; es más, muchos que le conocéis tal vez os estéis enterando ahora. Miguel Ángel solo ponía en la balanza de sus méritos los propios, que ya eran suficientes. En algo coincidía con su gran amigo y compañero nuestro Joaquín Revuelta, unidos primero por el cine y sellados para siempre por una de las amistades fraternales más bellas que he conocido. Debería ser Revuelta quien escribe estas líneas, pero no tiene fuerzas. Joaquín, lo recordaba el otro día en la presentación del libro sobre el cine club universitario, tuvo el acierto de dejar una carrera que no le decía nada, Derecho, para entregarse a una pasión, el cine. Nepo hizo lo mismo, aunque en su caso lo que dejó fue la Medicina por el ajedrez, su primera pasión. Y eterna. Escucharle hablar de ajedrez era viajar a mundos increíbles. Y de ajedrez y cine a la vez… ni te cuento. Supongo que en el Magistral de este año no cabe el olvido. Sería imperdonable.No es el momento de hacer un listado de lo que logró en el ajedrez, no me gusta en recuerdos que quieren ir cargados de alma embarullarme en datos, aunque ayudan a entender y seguramente sea bueno saber que Miguel Ángel Nepomuceno, el jugador de ajedrez, aprendió con sus primos y amigos, que no siempre fueron los mejores maestros pues incluso, como recuerda Jaimito, le enseñaron mal el movimiento del caballo, pero sí le enseñaron bien la pasión. Y cuando la pasión entraba en Miguel, ese caballo se desbocaba siempre. Fue profesional cuando sólo lo eran en España el famoso Arturito Pomar (el del NoDo), Medina, Torán y Bellón. Y campeón de España juvenil. En 1974, en León, batió el récord de España de partidas simultáneas, con un total de 105; viajó buscando mejor clima para el ajedrez por medio país, primero a Salamanca, después a Asturias, fichó por un club catalán… y, no sigo con la larga lista, pero en su haber quedan victorias para la historia ante jugadores como Bronstein, Petrosian, Larsen o Topalov, de ahí que muchos le saludaban diciendo «el hombre que venció a Topalov», la leyenda búlgara. Hasta que en 1986 decidió entregarse al periodismo, sin dejar el ajedrez y sumando la música. También dejó en este campo ‘partidas para la historia’, como su exhaustiva investigación sobre la muerte en extrañas circunstancias del campeón ruso Alekhine. Baste decir que todas las revistas especializadas en ajedrez, de medio mundo, y publicaciones de todo tipo recogían una entrevista en la que se repetía un sorprendente título: Nepomunceno: «Alekhine pudo haber sido ‘baleado’».Para entender cómo trabajaba basta recordar un par de historias vinculadas con León. El descubrimiento en el Valle del Silencio de las piezas de ajedrez más antiguas de Europa o una investigación sobre la famosa historia de la amistad entre el obispo Almarcha y el poeta Miguel Hernández.La primera –que por cierto salió en toda la prensa nacional cuando muchos años después la recuperó El País– la contaba Miguel Ángel en varios artículos con pelos y señales. Así recordaba cómo «fue en 1958 (era casi un niño Miguel Ángel, con 11 años) cuando una persona muy vinculada con el pueblecito berciano de Peñalba de Santiago me habló de unas posibles piezas de ajedrez, conocidas en aquellos lugares como ‘los bolos de San Genadio’, que alguien guardaba celosamente en su poder. (…) Comencé a seguir el rastro de las famosas piezas en el verano del año 1958, adentrándome hacia aquellos parajes, entonces olvidados de la mano de Dios. El viaje desde León en los años cincuenta era de unas ocho horas (en coches de línea, claro), por caminos que difícilmente hoy día un todoterreno podría transitar y que, en su mayor parte, había que hacer a pie. Las penurias del trayecto las compensaban la belleza del paisaje y la charla con las gentes de los pueblos, que parecían estar ancladas en plena Edad Media. Al fin, resignado, tomo el camino de regreso a León, no sin antes andar hasta la alba peña para contemplar y pisar la cueva del santo…».

Pero no se rindió… «Mis pesquisas prosiguieron pasados 34 años (1992), regresando, como dicen los detectives, ‘al lugar de autos’. Recorrí el valle del Oza preguntando a los vecinos de cada pueblo de la ribera sobre el paradero de estas mágicas reliquias. Alguien en Ponferrada me encaminó a San Esteban de Valdueza en busca de la señora Antonia…».

Así era él. Así era su pluma. Y, ya lo imagináis pero os lo confirmo, encontró las piezas, las documentó y sumó a su bagaje periodístico otro éxito para el olvido. Que le preocupaba poco. Para él el éxito era el viaje, aunque fuera en autobús.

Más reciente (de 2011) fue su pasión por la historia de Miguel Hernández. Esta vez el Valle del Silencio estaba en Orihuela y hasta allí fue. Escudriñó, preguntó, descubrió y por no alargarme os diré que aquella serie de artículos publicados en La Crónica de León, que con tanto mimo le maquetó su amigo Joaquín Revuelta, en el mes de julio de 2011 ganaron el importante Premio Internacional de Periodismo Miguel Hernández que convoca la Fundación Miguel Hernández… En resumen, es como si ganara el campeonato mundial de paellas en Valencia… un leonés. Ése era Nepo que, entre unas cosas y otras, publicó cerca de veinte libros.

Miguel Ángel tenía ese don reservado a la buena gente, que en las distancias cortas era imbatible, te ganaba para su causa sí o sí. Que se lo pregunten al actor Viggo Mortensen, que andaba buscando la esencia de lo leonés cuando se cruzó con Nepo y quedó seducido por aquel tipo que si no era la esencia de lo leonés era León quien se lo perdía.

No sigo. Creo que os hacéis una idea de quién y cómo era. De lo que perdemos. Del vacío que deja quien seguirá siendo el orgullo de su pueblo. Eso sí, Miguel, nos quedamos sin hacer la obra que más nos apetecía escribir a los dos, la única que merecería la pena escribir a cuatro manos, la biografía de tus dos tíos, Nando El Mago y Mael El Tendero, solo conociéndolos a ellos se te puede entender a ti en todas tus dimensiones, entre la magia y las jaulas de peras. Dales recuerdos.
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