'Negro' y de León

El escritor leonés José Suárez Carreño tiene una de esas fascinantes biografías que van de triunfador, en todos los géneros, a olvidado hasta morir "en la extrema pobreza" y seguramente después de ejercer ese ‘inexistente’ oficio de negro

Fulgencio Fernández
06/06/2020
 Actualizado a 06/06/2020
José Suárez Carreño (con gafas) junto a un grupo de amigos escritores entre los que se encuentra José Hierro (a su lado) y el también leonés Ricardo Gullón.
José Suárez Carreño (con gafas) junto a un grupo de amigos escritores entre los que se encuentra José Hierro (a su lado) y el también leonés Ricardo Gullón.
El racismo contra los de raza negra —sobre todo en Estados Unidos— ocupa estos días todos los telediarios. Quizá una de las manifestaciones de esa lacra está en el uso que en el mundo de la literatura se le da a la palabra negro: «El escritor profesional que escribe por encargo para otro que es quien firma el libro, gana el premio...». Un escritor que, por definición no existe pues va en su sueldo jamás desvelar su condición, tal vez por ello sería mucho más ajustada a la realidad y con menos connotaciones peyorativas el nombre que se le daen el mundo anglosajón de «escritor fantasma», al que nadie ve.

La realidad es que existen. Que en los círculos literarios todo el mundo habla de ellos, los conocen, saben algunas novelas de éxito escritas por quien no las firma... pero jamás aparecen sus nombres, parecen las reglas del juego. Tal vez esa invisibilidad fue la que provocó una recordada anécdota en la Diputación de León, cuando un portavoz acusó al presidente de que «el negro que le escribe sus discursos...» y rápidamente salió al quite un correligionario de la autoridad para protestar y pedir que fuera retirada la expresión de «negro» por racista.

No pasó de una risas la cosa.

Seguramente uno de los escritores a los que más cerca se ha estado muchas veces de adjudicar la condición de ‘negro’ es a un leonés realmente singular, un gran escritor, nadie lo ponía en duda, de tan fulgurante irrupción como inexplicable desaparición. Una biografía de esas de escritor maldito que desembarca en una muerte en la ruina y sabiendo que algunos de sus últimos ‘trabajos’ habían sido escribir brillantes discursos, unas veces para actos oficiales y otras para políticos con ganas de lucirse y hasta redactar informes agrarios... un negro más en la sombra imposible, aunque algunos de los que le trataron en sus tardes en el Café Gijón no dudan en ver su pluma detrás de algunas obras de éxito.
Pero, ya se sabe, silencio.

No debía extrañar que su nombre esté detrás de obras de éxito pues pocos lo conocieron con más rapidez que él y sin reparar en las fronteras de géneros pues se trata de uno de los pocos escritores españoles —tal vez el único— que ganó tres grandes premios literarios en poesía, novela y teatro: El Adonais, el Nadal y el Lope de Vega. Ycon su segunda novela —Proceso personal— fue finalista del Premio de la Crítica 1955 que le otorgaron a Camilo José Cela en medio de una considerable polémica pues la obra galardonada —La Catira— no era ni mucho menos lo mejor del gallego.

Y, sin embargo, después de aquella brillante irrupción en los años 50 de este leonés, hijo de Petra Carreño, dueña de uno de aquellos tres Café Concert que había en el León de los años 20, el Iris, desapareció del primer planodel panorama literario. Después del revés del Premio de la Críticano volvió a escribir nada. Mejor dicho, no volvió a publicar.

Y desapareció del panorama literario, aunque sí se supo de su presencia en algunos movimientos políticos; por ejemplo, figura entre los que en 1962 participaron en aquella reunión que se llamó el Contubernio de Munich, para lo que tuvo que salir de España de manera clandestina pues le habían retirado el pasaporte. El miedo aser detenido a su regreso hizo que estuviera «becado» dos años en París. Fueron años duros a su regreso, alejado de la literatura y poniendo su pluma al servicio de lo que le pidieran para sobrevivir con su porte de galán y maneras de noble, con una breve colaboración en el Diario Pueblo, sin pena ni gloria.

Muchos años de silencio hasta su muerte en 2002, tan solo otro leonés, Andrés Trapiello, da cuenta en uno de sus diarios del triste final de uno de los autores de más éxito. Cuenta que vivía en un barrio burgués donde murió sólo y soltero «en la extrema pobreza, sin decírselo a nadie».
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