05/06/2015
 Actualizado a 13/09/2019
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Decapitación, electrocución, ahorcamiento, inyección letal o fusilamiento siguen siendo una práctica común en algunos países ‘civilizados’ como Estados Unidos o China. ¡La pena de muerte sigue viva! La sorpresa ha sido que Nebraska, republicana y conservadora, se haya convertido en el Estado número 19 en abolir la pena de muerte.

Aunque seguro que casi nadie se acuerde, la pena capital se abolió en España en 1995. ¡No hace tanto que aquí se podía ejecutar! España tiene una larga tradición de victimas y verdugos, incluso diseñó una tecnología propia y original de ajusticiar, el garrote vil. Esta singular maquina de matar producía una «dislocación de la apófisis odontoides de la vértebra axis sobre el atlas en la columna cervical». ¡Suena hasta macabramente gracioso! En realidad este invento patrio era una precisa máquina de torturar puesto que el reo moría normalmente después de una larga agonía. Nada que ver con el dolor de la hoguera, otra de nuestras aportaciones a la ‘Historia Universal de la Crueldad’. Como decía Javier Krahe irónicamente: «Pero dejadme, ay, que yo prefierala hoguera, la hoguera, la hoguera».

Quizás haya que recordar que si hay que preferir en vez de la hoguera preferíamos su abolición inmediata y universal de la pena de muerte. No hay pruebas que demuestren que es más eficaz que la cárcel a la hora de reducir el crimen. La pena capital es irreversible, ejecutar a una persona es definitivo e irrevocable. Es un castigo terriblemente injusto, si eres pobre o perteneces a una minoría racial, étnica o religiosa, tienes más probabilidades de ser ajusticiado. En muchos países sigue siendo una herramienta política para eliminar la disidencia.

La pena de muerte es la negación más directa de los Derechos Humanos, supone negar el derecho a la vida. Es un síntoma de una cultura de violencia, no su solución. Y es precisamente en estados ‘civilizados’ pero ultraviolentos como Estados Unidos o China donde ha encontrado su inmortalidad.

Por eso, es aparentemente una gran noticia que en Nebraska se haya dejado de matar. Digo aparentemente porque parece que lo podría haberse impuesto a la cultura de la muerte es la cultura del dinero. En el estudio ‘Reconsiderando la pena de muerte en tiempos de crisis’ elaborado por el centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC, siglas en inglés) se afirma que mantenerla viva es muy caro. Algunos Estados se gastan cientos de millones de dólares al año en aplicarla. Parece que la crisis puede ser la responsable del fenómeno Nebraska 19. Pues entonces habría que decir: «¡viva la crisis!»
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