08/05/2015
 Actualizado a 16/09/2019
Guardar
Dijo una vez Gabriel García Márquez, que hubiera cambiado toda su obra por haber escrito la letra de ‘Pedro Navaja’, la mítica canción de Rubén Blades. Uno, admirando como admira todo lo escribió Gabo, no puede estar más de acuerdo con él. Una de las estrofas de la canción dice: «Pedro Navaja, ladrón de esquinas, quién a hierro mata, a hierro termina». Es, la final, la afirmación, implícita en cualquier filosofía, por campestre que sea, de que todo lo que hacemos en esta vida tiene un precio. Los católicos dicen que «de tus actos en la tierra responderás en el cielo». Supongo, uno no es un experto, que casi todas las religiones tienen un apartado equivalente. Parece lógico, ¿no? Uno no puede ir por la vida robando, matando, violentado doncellas, mintiendo y blasfemando contra el prójimo sin saber que, al diñarla, San Pedro, o su equivalente, te va a dejar pasar por la puerta grande.

Pero no. Los humanos, ¡están locos estos humanos!, no pensamos en las consecuencias de nuestros actos; sencillamente, los ejecutamos para nuestro solaz y disfrute terrenal. Lo peor, en cualquier caso, no es ofender a Dios; a Él le da igual. Tiene las espaldas muy anchas. El problema es que ofendemos a nuestros vecinos y eso si que no tiene arreglo.

Una chica a la que conocí muy bien, dejó, de la noche a la mañana a un propio porque, aunque le quería, no le daba seguridad para el futuro. Otra, a la que también conocí muy bien, dejó a otro propio porque, aunque le quería mucho, no se fiaba, ni se fía, de los hombres, que lo había vivido anteriormente y sabía de lo que hablaba. Daba igual que el segundo propio no fuera como el que la amargó la vida. Es hombre, y, por lo tanto, malo por naturaleza. Conocí a una tercera, que renunció a un propio que es como un bendito de Dios, porque, una noche, tiró la melena al alto y se lo montó con un tercero que la debía de tener muy grande. Mira, ahí estoy de acuerdo: lo que no coman los gusanos, que lo coman los cristianos. ¿Hicieron bien? No lo sé. A lo mejor se arrepienten, en su última hora, de sus actos. O no. Como dijo Don Juan, «de mis actos en la tierra, responda el cielo, no yo».

Salud y anarquía.
Lo más leído