Natalia y Alexia

05/05/2020
 Actualizado a 05/05/2020
Guardar
Nada les une, ni siquiera parece que vivan en el mismo mundo, aunque las dos tienen en común a Ponferrada, Alexia de nacimiento, Natalia de acogida. Pero para las dos es tiempo de coronavirus, ese vigilante de la puerta que mantiene en alto el arma cuando intentas rebasarla. Para Natalia habla en argentino. Desde allí lo ha visto llegar, justo cuando quería volver a abrazar a sus padres en la casa familiar de Miramar que dejó para viajar a España hace 18 años y construir en ella una historia de vida. Alexia es periodista y su catalejo ve otra panorámica. Desde su mirilla ve a los paparazzis llegar a la puerta. La buscan y parece no sentirse mal en ese juego de escondite pactado. Quieren saber algo necesario en tiempo de pandemia: a quién se lleva a la cama la joven estudiadamente coloreada para el plano corto y si ese alguien pasta en el papel couché. Alexia tiene por costumbre pasear semidesnuda por casa, pese a quien pese y haya o no cámaras delante, porque es carne televisiva y se sabe bien a sí misma. Pasan los días y la pequeña pantalla alivia la lista de ingresados por Covid-19 en los hospitales con pequeñas chinchetas de amarillismo fluorescente para intentar que la ceguera quiebre el miedo. Alexia protagoniza esos agujeros que la proyectan como heroína al ponerse en el disparadero para operar el cerebro social y sacar de él ese pensamiento único de un bicho mortal. A Natalia no le sirven esas ventanas, porque otra noche tendrá que seguir las redes para saber si la embajada le ayuda a volver o la sepulta en el limbo de la duda. Mira al calendario y sabe que su trabajo tiene los días contados si no tiene billete, como también sabe que los seguidores de Alexia no tendrán tiempo para escuchar su historia. Están ocupados en saber a qué huelen las sábanas de su vecina de ciudad. Es un tiempo de cambio , decían, de reflexionar sobre un futuro distinto…tan distante como dos nombres de mujer en un mismo presente.
Lo más leído