"Nadie quiere dejar su país ni a su familia. Sueño cada día con volver a Nicaragua"

La fuerte represión a las protestas estudiantiles en 2018 obligó a Karina a salir de su país con solo 20 años. En enero del año pasado le concedieron el asilo

Cristina Centeno
30/03/2022
 Actualizado a 30/03/2022
Después de un largo proceso, Karina y Cornelio han logrado un empleo que les permite llevar en León una vida autónoma junto a sus dos hijas. Ahora han llegado sus padres. | SAÚL ARÉN
Después de un largo proceso, Karina y Cornelio han logrado un empleo que les permite llevar en León una vida autónoma junto a sus dos hijas. Ahora han llegado sus padres. | SAÚL ARÉN
Karina Baltodano finalizabasus estudios de Mercadotecnia en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) cuando estallaron las protestas contra la reforma de la Seguridad Social impuesta por el Gobierno de Daniel Ortega. «Lo hablamos, no estábamos de acuerdo y empezamos unos pocos alumnos a protestar», recuerda. Grupos de estudiantes, jubilados y otros colectivos salieron a las calles. Era abril de 2018 y ella vivía junto a sus padres, su marido y su hija en Managua, la capital del país. Se iniciaron así unas movilizaciones que canalizaban el descontento de la población con su presidente y fueron fuertemente reprimidas. «Salimos a protestar, varios compañeros tomaron la universidad, les estuvimos apoyando y lo que hicieron fue atacar y matar a los que estábamos dentro», cuenta Karina. Lograron que se retirara la reforma pero «el simple hecho de que nos atacaran por protestar significaba que ya no teníamos libertad, eso no estaba bien y por eso seguimos en pie, hicimos una marcha y la universidad siguió tomada».

Fui señalada y tenía miedo, no había libertad y algunos compañeros desaparecieron o todavía siguen en prisión  Hubo compañeros muertos, desaparecidos y algunos a día de hoy continúan en prisión. El Gobierno del país promovió una Ley Antiterrorista que «a todos los que participábamos en esas protestas nos consideraban delincuentes», asegura. Fue señalada por grupos afines al Ejecutivo y se vio obliga a dejar el trabajo con el que compatibilizaba sus estudios. «Tenía mucho miedo, no podíamos comentar nada, tuve compañeros que siguen presos o murieron», lamenta. Ella estaba amenazada y por eso tomó la decisión de dejar el país. Con 20 años y sola emprendió su viaje a España. Primero llegó a Sevilla y después a León, donde buscó asesoramiento para poder regularizar su situación y dio con Accem. «Les conté mi historia y desde ese momento cambió todo», celebra. Porque en un primer momento dejó allí a su hija de tres años y a su esposo. «No podía parar de llorar, hacíamos videollamadas y no podía hablar con ella, tenía un nudo en la garganta. También pensaba que había estudiado cuatro años para nada, lo pasé muy muy mal», recuerda emocionada.

Con la ayuda de la asociación inició los trámites para solicitar protección internacional en España y logró que llegaran, cuatro meses después, su marido y su hija. Pasaron por un hostal gestionado por Accem, por un albergue y luego les asignaron un piso en el que convivían con otras familias. En ese tiempo «estuvimos haciendo cursos, nos preparamos y luego empezamos a trabajar y ya pudimos independizarnos», explica. Él es albañil y ella trabajó limpiando casas y atendiendo a personas mayores hasta mayo del año pasado, cuando se quedó embarazada de su segunda hija. Ahora, participa en un curso de peón agroalimentario tras el que espera encontrar empleo. También se está sacando el carné de conducir.

Hace algo más de un año que conocieron la resolución favorable de su petición de asilo. Un proceso «largo», de algo más de dos años, que se resolvió positivamente. «Estamos muy contentos porque habíamos escuchado que hay muchas denegaciones, teníamos miedo a quedarnos irregulares, pero bueno todo se arregló y desde entonces tenemos ese estatus», detalla.

Además, en noviembre del año pasado y tras un proceso electoral en Nicaragua, sus padres se vieron obligados a abandonar de igual forma el país y ya han comenzado también el proceso de solicitud de protección internacional en España y cuentan con permiso de residencia, aunque por el momento no lo tienen para trabajar.

Aquí tengo tranquilidad, allí no puedes salir más allá de las ocho, si sales solo pueden pasar cosas malas  Karina solo tiene palabras de agradecimiento para quienes la han ayudado en todo este proceso. «Nos sentimos muy agradecidos porque la verdad que de como vine y como vi las cosas al inicio a como estamos ahora...» admite. «La acogida ha sido una maravilla, empecé a trabajar con personas mayores y muy bien, gracias a Dios nunca he sentido ningún tipo de discriminación», celebra. En León ha encontrado la «tranquilidad» que no tenía en su país. «Tenía algún trabajo que tenía que entrar a las 11 de la noche y pensaba, cómo voy a andar yo sola a esa hora, porque en mi país no puedes salir más allá de las ocho, si sales es para que te asalten, te roben... solo cosas malas», lamenta.

Durante su etapa en los diferentes recursos de Accem tuvo la oportunidad de conocer a personas de muchos otros países en situaciones similares a la suya. Ahora, reconoce que se siente conmovida cuando ve la masiva salida de personas de Ucrania huyendo de la guerra. «Me conmueven mucho esas situaciones, ver todas esas cosas que están pasando y te hacen pensar que esto no acaba nunca, si no es por una cosa es por otra», lamenta. Además, celebra que España abra las puertas a los ucranianos y les estén ayudando: «Así debería de ser con todos los lados, aunque no siempre lo es». «No deberían existir las fronteras ni nada de eso, al final todos somos humanos, nadie quiere dejar a su familia, nadie quiere dejar su país», reconoce.

Karina está agradecida de haber encontrado tranquilidad y libertad en España, pero asegura que «cada día sueño con volver a mi Nicaragua, con que todo vuelva a la normalidad y se vaya este presidente, que haya una democracia y que al igual que aquí podamos opinar». El día que eso ocurra está convencida de que volverá a su país, de donde nunca quiso haber salido. Mientras tanto, se aferra a la tranquilidad que le ha dado León para sacar adelante a su familia, que ya ha crecido aquí con la llegada en noviembre de su segunda hija.
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