Nadie me quiere...

25/02/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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Nadie me quiere porque soy pequeño y negro» se lamentaba Calimero, con mucha razón. Este otro Calimero, burro y peregrino, no es ni pequeño ni del todo negro, pero viaja con el estigma de su raza, de su nombre, de su historia, de ser el paria de la raza que, como ayer decía Galeano, «cuestan menos que la bala que los mata».

Corre peligro esa especie de simpático delfín llamado vaquita marina y se movilizan apoyos y firmas de todo el mundo. Y bien me parece, pero también nuestro burro es de las especies en peligro y...

Nadie me quiere porque soy burro y zamorano.

Se pararon las carreteras cuando se convirtieron en un peligro para nuestro lince, y bien me parece que los ingenieros siempre encuentran caminos por los que hacer daño y los linces no siempre encuentran pasarelas para mostrar su belleza, pero también nuestro burro es de las especies en peligro y...

Nadie me quiere porque no soy noble y sí soy leonés.

Cuando sueltas las hordas de fotógrafos –perdón, Mauri, gentes con cámara–de cada cien más de noventa fijan el objetivo en la estampa del caballo blanco, a cuya sombra pace el burro negro en el que casi nadie se fija.

Nadie me quiere porque soy burro y no caballo.

En el precioso reportaje de los peregrinos que Mirantes nos regaló con Calimero dentro tengo la impresión de que sólo uno fue fundamental para que hace más de dos décadas llegara su madre con Thomas en la barriga y ahora regrese Thomas haciendo el mismo Camino:el burro, antes Quignon y ahora Calimero.

Pero él seguirá siendo el burro y seguirá siendo incuestionable que los parias cuestan menos que la bala que los mata.
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