Nadie escribe a los que se han ido

02/05/2018
 Actualizado a 13/09/2019
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El número, el rumboso 100,ya es el último y único vestigio que denota que ha existido casa, gente, calor, amor, rapaces, sonrisas, lágrimas, fiestas, sanmartinos... vida.

Ya sólo son rumores. Recuerdos. Detrás del cristal ningún adolescente dibuja en el vaho de los amaneceres un corazón porque el cristal está roto. Nadie destierra el luto pasado pintando de verde la madera porque la puerta y las ventanas se han podrido de pena. Ninguna vecina te avisará del peligro del cable suelto porque ya no lleva luz a la casa, el cabletambién dibuja un viaje a la oscuridad de la vieja casona.

Sólo el número 100, el nombre de la calle dedicada a algún prócer local que sustituyó a la vieja Calle La Era y un código postal permitirían al cartero llegar exactamente a esta puerta. Le permitirían pero no va a ser posible, nadie escribe a los que ya se han ido, ni a los bancos les interesan los ausentes, no compran preferentes.

Sólo el rumboso 100 dibujado a rotulador llama la atención.

¿Se detendrán los que dicen haber encontrado la fórmula contra la despoblación y el olvido ante esta puerta?

Pues nada, empujen y pasen, seguramente ceda y abra. Les recibirá una tormenta de polvo y termitas. La música de fondo la pondrán las vigas que crujen... Tal vez sea un poco tarde.
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