Música en las nubes

25/05/2021
 Actualizado a 25/05/2021
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La música suena en alto desde los oídos del castillo de Villafranca que convirtió sus históricas paredes empedradas en hogar. Allí, donde Marita Caro desplegaba su hidalguía como pianista, al lado de un Halffter enmarañado en ideas serenas pero innovadoras, que debían degustarse a mordiscos lentos, se hacía magia. Se escuchaban duendes que señalaban dónde estaba el talento. Villafranca guardaba en el bolsillo esa cajita de música que a veces se abría y dejaba ver las joyas que escondía para después cerrarse y volver a ser esa fortaleza con vida a la que hoy no hay quien consuele el llanto. Llora el castillo de Villafranca, solloza todo el Bierzo y hasta el Burbia baja henchido de lágrimas. Se fue Cristóbal, el Halffter berciano, como hizo que fueran sus hijos, al lado de su tranquila Marita. Convencido de su Bierzo quiso ponerle música a la comarca y le regaló su partitura, su solfeo y su vida. Halffter era una voz discordante de un tiempo que casi nunca hubiera sido el elegido para él. Le gustaba nadar del otro lado, lo que no era fácil de masticar. Y siempre era un convencido de la formación y del lenguaje de los instrumentos para hablar de ideologías. Él la uso, porque nadie se atrevía a acallar su batuta, aunque reconocía que a veces tuvo que pensar en lo económico y ceder notas al cine, a alguna película no del todo buena. Halffter tuvo sueños cumplidos, en la música y en la vida, y el Bierzo los vivió con él, como un vecino más, que nunca paseaba solo. Y eso que Marita lo había advertido. «La vida del compositor es en soledad y eso para el acompañante es muy duro», reconocía cuando hablaba de su matrimonio. Ella decidió ser acompañante, convencida y generosa, algo que Halffter supo agradecer siendo su otra parte. Ahora vuelven a serlo. Hoy el cielo suena a concierto mientras llueve, y Halffter celebra volver al calor de su Marita.


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