Museo del desencanto

Bruno Marcos escribe sobre la casa de los Panero con motivo de la inauguración de su museo en Astorga

Bruno Marcos
22/10/2022
 Actualizado a 22/10/2022
Imagen de la casa de los Panero que aparece en la película 'El desencanto’.
Imagen de la casa de los Panero que aparece en la película 'El desencanto’.
Ahora que se ha musealizado, recuerdo que durante muchos años la casa de los Panero en Astorga fue una de las ruinas más bellas. No dejaba ni una sola vez de asomarme a la verja cuando visitaba la ciudad, por la mañana, por la noche o al atardecer. Resumía, en una imagen borrosa, la idea melancólica de la vida, de la vida concebida como algo que un día ha de ser pasado; primero esplendor, delicadeza, poesía y luego sufrimiento, dolor, decadencia, muerte, olvido y ruina.

Yo creía que había que haber visto la película de la familia rodada en ella, ‘El desencanto’, por Jaime Chávarri; haber leído la poesía de sus habitantes: Leopoldo, Juan Luis y Leopoldo María; conocer sus biografías… para tener esas sensaciones apoyado en la vieja reja de la entrada; pero en algunas ocasiones pensaba que no hacía falta saber nada de eso para darse cuenta de que aquella casa era especial, aquellos detalles estéticos: el jardín asilvestrado con una palmera solitaria; la fuente, medio tapada por las ramas, con una figurita infantil de metal negro sujetando sobre su cabeza el gran plato de agua estancada; los ornamentos de pintura oscura que rodeaban la ventana que se veía; la galería de cristales rotos; las zarzas que se asomaban a la calle…La casa, ya fantasmal pero aún no en ruina, cobraba vida en la película de los años setenta en la que los hermanos y la madre relataban, desde distintas perspectivas, la muerte del padre mostrándose como herederos de un desahucio, del final de una felicidad fallecida, «un fin de raza» según ellos. Se veían, en las secuencias en blanco y negro, partes interiores de la casa todavía amuebladas pero ya deshabitadas, con muebles recios, antiguos, de estilo castellano, como algo muy sólido que estaba a punto de desaparecer.Los hijos Panero, en la película, entraban en trance dentro de su casa: hacían citas acertadas o pedantes; parecían ridículos o trágicos, solemnes o cómicos… borrachos, crueles con ellos mismos y con otros. Daba la sensación de que vislumbraban que su futura empresa familiar no sería ya más la poesía sino su propia ruina, que la exhibición de ella pudiera aliviarles y, a lo mejor, hasta reflotar su economía y que, por lo tanto, esa no sería ya la casa de los poetas sino la del desencanto. Toda ella materializaba, con precisión intensa, una abstracción romántica, era en sí misma un museo del desencanto.

Ahora se ha finalizado un largo proceso de intervención sobre ella, iniciado en el año 2002 con la compra del edificio por parte del ayuntamiento de Astorga, veinte años empleados en deshacer la ruina y crear un espacio para la cultura, seguramente un proyecto único en el mundo: transformar un museo del desencanto en algo vivo intentando no contribuir al olvido.
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