08/02/2020
 Actualizado a 08/02/2020
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Soy un hombre despistado. El jueves, paseando por Salamanca me paré frente a una librería infantil que se llama Musarañas. La idea era comprar un libro, pero realmente entré porque aquello me recordó una frase que mi madre repetía constantemente hasta convertirlo en un autentico slogan publicitario: «Todo el día estás pensando en las musarañas».

Yo, que no era muy de destacar en el colegio, solía dar muchas facilidades para que esa frase se oyese más veces en mi casa que las cuñas de almacenes Barros, y eso que la radio estaba puesta todo el día.

Sin embargo, no fue hasta unos años después cuando me dio por ojear en el diccionario para investigar qué eran las musarañas. Clara muestra del nivel de mis inquietudes por aquella época. Siempre fui un niño más bien del montón en lo que a las notas se refiere, de los que daban emoción al cuatro con setenta y cinco , y que a la hora de estudiar se despistaba con mucha facilidad, atrapado con la mirada fija en el gotelé, arropado por el calor del flexo (aquellos con bombilla azul), y que después de echar un cigarrillo a escondidas, utilizaba como recurso para quitar el olor, el capuchón del boli Bic quemándolo un poquito, con cuidado de no joder la bombilla, para maquillar el Lucky Strike que sabía a gloria bendita.

Y allí, en la mesa camilla, podía pasar horas y horas frente a los libros o los apuntes, eso sí, con la radio muy bajita, escuchando por la tarde a Javier Sardá y por la noche a José Luis Balbín y su Clave, en Antena 3 Radio.

Ese maratón sólo se interrumpía para ir a ensayar a Santa Nonia. Y ahí si que no había oportunidad para las musarañas, porque aquello era lo serio. Ya podían de aquella haber aprobado los quinientos euros por banda en concepto de desgaste de material (opinión acertada, de la que hablaremos más adelante), y nos hubiéramos ahorrado muchos compromisos absurdos y giras por algún pueblo del que era oriunda la mujer de un semiseise.

En fin, uno que se conoce perfectamente y que sabe sus límites, con los años ha aprendido que el despiste sólo está reservado para grandes maestros y especiales momentos donde no hay daños colaterales.

El miércoles, la portavoz adjunta del partido naranja en las cortes autonómicas, echó cable a tierra una vez más y la preparó. Dicen que bloqueó «por error», o como diría mi madre porque estaba pensando en las musarañas, una proposición para frenar la prórroga de los peajes de las autopistas. Y como se decía en la magnífica ‘Amanece que no es poco’, Ana Carlota, todos somos contingentes, pero tú eres necesaria.
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