13/09/2020
 Actualizado a 13/09/2020
Guardar
Está desatada la parroquia muñequil y yo no me había enterado. Algo lleva moviéndose años en el submundo muñeco y yo ni idea. No me lo perdonaré jamás, Carmina. Hay un mercado ahí en expansión y una fuente de placer estético inagotable y por explotar y yo mirando para las sapabardas. No me refiero, gentes de mente sucia, a las muñecas hinchables realistas japonesas, como Henry, el muñeco que puedes adaptar en tamaño según las necesidades, ni a las novias virtuales de seis mil euros. Me refiero a los muñecos Reborn. Esos que dentro de nada dejarán como pleistocénicas las réplicas de los museos de cera, los grandes perjudicados, me temo, tras este fenómeno muñequero. Honorables descendientes de las figuras de cera, en tanto que sensaciones encontradas producen a mansalva, los Reborn son una representación más a añadir al catálogo de representantes de lo humano. Ya no vale solo con los retratos en fotos (no basta con la posadera continua cada día, con ese nivel de documentación de la vida) y vídeos. Hay que tener una muñeca fofucha de nosotros mismos en nuestro lugar de trabajo y también un Reborn del bebé más cercano que tengamos a mano.

Los Reborn tienen mogollón de puntos para acabar siendo objeto de inversión. Son una cosa suficientemente bizarra como para llenar las estanterías de los coleccionistas más exquisitos. Porque se puede tener muchos sin tener que hacerles apenas mantenimiento. Y es más fácil quitarles el polvo que a los Playmobil o a los Airgam Boys. Los hay de muchos precios y calidades. Hay algunos a los que se les notan las venitas incluso. Y no me digan que es una cosa chunga, porque chungas también debieron de parecer las muñecas de Famosa o Mattel a la peña de hace ochenta años y luego llenaron las habitaciones infantiles de medio mundo. Ahora a ver quién es el fenómeno que consigue vender una muñeca normal como el ‘baby gatea a un niño’ que haya conocido los Reborn. Vaya putada para el mercado muñequero, porque lo que han hecho los de Babyclon es reventar el mercado. ¡Y quien no va a querer una Reborn reproducción de un ‘bebé celebrity’!

Con estas estábamos cuando quise aprender un poco más y me adentré por el callejón del cabello. Este se pone a los famosos muñequines de silicona con una agujas como de tejer. La operación injerto se llama ‘rooting’ y los pelos a escoger pueden ser naturales (como el de las extensiones de quien lleve extensiones), pueden ser de mohair de angora (premium, siempre premium) y pelo de ese animal tan entrañable llamado alpaca y que parece un dibujo animado.

¿Que no sabemos qué escoger ante el aluvión de posibilidades? Pues dejémoslo al azar con nuestro primer Reborn, me dije, como mucho nos puede caer un Chuki.
Lo más leído