19/07/2022
 Actualizado a 19/07/2022
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Escribo estas letras inspirado en la reciente noticia del anuncio del Gobierno de Castilla y León de reducir a un cincuenta por ciento la asignación a sindicatos y a la patronal. Mirando la botella medio llena, sería peor la supresión total. Reconozco que no tengo elementos de juicio para decir si es acertada o no la propuesta. Lo que sí sé es que el único sindicato al que he estado afiliado dependía de las cuotas de los socios.

Es justo decir que, a raíz de la Revolución Industrial y con la aparición de un capitalismo salvaje, la llegada del movimiento sindical fue una muy buena noticia para el mundo obrero. Todo agradecimiento es poco para aquellos hombres que sufrieron en sus carnes una cruel represión. Lamentablemente el marxismo hizo bastante daño en la medida en que contaminó con su ideología materialista y con la apología de la violencia lo que era un sano ideal de lucha en favor de la justicia social.

Haciéndonos eco de nuestra historia más reciente, no podemos olvidar a dos grandes figuras del sindicalismo: Nicolás Redondo y Marcelino Camacho. Todo un ejemplo de entrega que les llevó incluso a pasar por la cárcel, que tuvieron una vida austera, sin lujos ni grandes prebendas. En principio se supone que a sus sucesores les inspira el mismo deseo de servir a la clase trabajadora y que lo de las mariscadas es solo una caricatura.

Ello no impide que podamos cuestionar el comportamiento de algunos, aunque sean minoría. Y quizá es esta la razón por la que hay quienes recelan del mundo sindical y tienen la impresión de que la vocación sindicalista de algunos es simplemente un pretexto para huir del trabajo. También se critica que las movilizaciones sindicales solo tengan lugar dependiendo de quién gobierna, utilizándolas como arma política. Si gobiernan unos no se mueve nadie, y si gobiernan otros, son tomadas las calles. Hemos conocido más de un sindicalista al que los empresarios le tapaban la boca con dinero u otros regalos. Por supuesto que la huelga es un derecho indiscutible, pero también hay huelgas salvajes que dañan gravemente derechos de otros trabajadores. Piquete informativo no debería ser sinónimo de piquete violento. Ni el empresario es por definición el mayor enemigo del obrero.

Terminamos con una pregunta: si los contribuyentes pudieran decidir en la Declaración de la renta, poniendo una x, la asignación a los partidos, a los sindicatos y a la patronal, como se hace con la Iglesia, ¿cuál sería el resultado?
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