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Mundanal ruido

23/05/2020
 Actualizado a 23/05/2020
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Enredados como andamos en nuestras desdichas víricas corremos el riesgo de dejar transcurrir sin ceremonias, aún más de lo que nos impone el parcial confinamiento, efemérides y aniversarios varios.

Ya luce esplendorosa la primavera más allá de nuestros aplaudidores balcones y podemos permitirnos, aunque sea embozados, el placer acústico de disfrutar de esas sencillas bandas sonoras con que la madre naturaleza nos obsequia en nuestros paseos pautados.

Así que alejados de un mundanal ruido silenciado por las circunstancias, encontramos consuelo en sobrepoblar los caminos atestando márgenes de ríos. Bernesga, Esla, Órbigo, sin olvidar el Torío donde algunos municipios como el de Matallana son avanzadilla en desfases positivos. Bien merecen más de una alegría sus habitantes después de tanto disgusto económico.

«Ahora a todo el mundo le da por irse al río, pero si lo han tenido ahí toda la vida» me decía el otro día un alumno durante la clase online.

Así que animados por los tímidos brotes verdes que nos ha traído el florido mayo nos hemos vuelto andarines, corredores o ciclistas combatiendo los deslices nutricionales del confinamiento. Y de vez en cuando cae algún cafetín semiclandestino para recordar aquellos tiempos de terraza y de ruidos callejeros, de mercados y plazas, de verbenas de fiesta de pueblo, de ferias y de conciertos.

Ruidos físicos que vivifican nuestras calles ejerciendo en nosotros una singular fascinación. La misma que también propician los tiberios mediáticos que a la par distorsionan la comunicación.

La conocida plataforma digital Maldita.es dedicada al chequeo de las fake news ha desmentido durante esta pandemia más de 540 bulos. Entre ellos también fotografías ruidosas y retocadas que han hecho arder las redes sociales. Rugido de fauces que ha hecho subir de decibelios el clima social.

Observando tanto y tan ruidoso circo le entra a uno envidia hasta de los sordos, como el bueno de Beethoven del que este año celebramos el 250 aniversario de su nacimiento. El pobre sufría de una sordera que afectaba al laberinto del oído interno. Durante mucho tiempo el músico negó su enfermedad y en secreto le confesaba a un amigo médico en una carta escrita en 1801 las siguientes palabras : «Por dos años, he evitado casi toda reunión social. Si yo perteneciera a cualquier otra profesión esto sería mas fácil, pero en la mía el hecho es algo aterrador».

Amigo Beethoven, es una faena, pero visto lo visto, no sé que decirte.
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