29/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Me gustan mucho las cerezas y esta semana unos amigos me trajeron una caja llena de su finca. Me gustan tanto tanto las cerezas que estoy pensando en obligar a todo el mundo a que le gusten las cerezas. Es más, voy a prohibir las demás frutas.

A quien coma otro tipo de fruta que no sean cerezas se le va a encarcelar, como ocurre en más de setenta países; o a lo mejor se le condena a muerte, como en otros once: Arabia Saudí, Irán, Yemen, Sudán, Nigeria, Somalia, Mauritania, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Pakistán y Afganistán.

Que todo el mundo coma cerezas, cerezas, cerezas, cerezas, hasta el final de su vida. Sólo cerezas.

A lo mejor no hace falta pasarse tanto. Tal vez se puede ‘reeducar’ a quienes les gusten otras frutas, pobrecitos. Para los casos más complicados se ha encontrado a un experto en un McDonalds de Barcelona que, «a hostias», hará que prefieras las cerezas. Porque hay que comer cerezas y punto.

Cuando ya no se sabe qué decir, porque defender que todo el mundo coma cerezas resulta absurdo, hay quien llega a rizar el rizo del rabillo de la cereza. Y así Santiago Abascal dice que el matrimonio entre personas del mismo sexo no es tal, sino que debería ser una unión civil como la que se puede hacer entre «dos hermanas viudas».

Me ha recordado a aquel lío que montó la censura franquista con la película Mogambo. Para ocultar la relación entre los personajes interpretados por Clark Gable y Grace Kelly, se cambió el doblaje para convertir al marido de Grace, Donald Sinden, en su hermano. De un simple adulterio se pasaba al incesto.

Hace años, la periodista Leila Guerriero contaba la historia de una chica transexual que pedía un cambio de sexo. Guerriero escribía: «Esa tarde de agosto de 2005, Eugenia, quince recién cumplidos, furtiva como un gato, encontró al fin lo que buscaba: un filo. Entonces se encerró en el baño, se quitó la ropa y se hizo un tajo -hondo- en esa parte suya que la asquea».

No entiendo que todavía haya quien no entienda que somos multicolores.
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