28/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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A finales de los ochenta del pasado siglo apareció un libro bajo el título ‘Muerte en Zamora’, editado primero en inglés ( (‘A Death in Zamora’, por University of New Mexico Press)y posteriormente traducido al español y publicado por Plaza & Janés en 1990. Conseguí fotocopiarlo, pues era imposible encontrarlo en librerías en ésta su primera edición en español. Los ejemplares desaparecieron misteriosamente nada más dar a luz. No se ha vuelto a reeditar hasta 2017, con prólogo de Paul Preston, Helen Graham y epílogo de Francisco Espinosa. En él se narra uno de los hechos paradigmáticos de la represión en la retaguardia franquista de más alta saña y contenido emocional. Está escrito por Ramón Sender Barayón (1934) sobre los acontecimientos que envolvieron la muerte de su madre, Amparo Barayón Miguel.

Nacida en Zamora en 1904, Amparo fue pianista, simpatizante de izquierdas, aunque católica practicante. Tras darse a conocer en la vida cultural zamorana, marchó a Madrid empleada de la Telefónica, pero perdió el empleo por participar activamente en la Huelga de la Telefonica de 1931. Para sobrevivir hubo de hacer trabajos de mecanografía e impartir clases de piano. Un par de años después se casó por lo civil con Ramón J. Sender, también de ideología de izquierda, ya entonces afamado periodista y novelista que, con ‘Mister Witt en el cantón’, había obtenido en 1935 el Premio Nacional de Literatura. Al matrimonio, con un niño de dos años (Ramón) y una niña recién nacida (Andrea), les sorprendió el golpe militar de julio de 1936 en San Rafael, un pueblo de la sierra segoviana. Sender decidió pasar a Madrid atravesando la sierra, mientras Amparo prefirió dirigirse con las dos criaturas hacia Zamora donde residía su familia y poder estar así más segura. Como la paloma de Alberti, se equivocaba. En Zamora es denunciada y detenida. Protestaba ante el Gobernador Civil por la detención y asesinato de uno de sus hermanos (Antonio), que junto a su otro hermano (Saturnino), ambos políticos de filiación izquierdista, serían ejecutados extrajudicialmente. A Amparo la encarcelaron junto a su hija Andrea, de siete meses, a la que tenía que dar el pecho. El 11 de octubre de 1936 es fusilada junto a otras dos mujeres en las tapias del cementerio de San Atilano.Tenía 32 años. Las autoridades justificaron la muerte de Antonio y Saturnino por ser «peligrosos comunistas», y la de Amparo, además,«por espía del bando republicano». Los hijos de Amparo, de dos años y ocho meses, respectivamente, fueron recuperados por su padre gracias a la intervención de la Cruz Roja Internacional. Viajaron a Estados Unidos donde fueron acogidos por una familia americana.

Tras la muerte de su padre, RamónSender Barayón vino a Zamora desde los Estados Unidos casi medio siglo después, apenas sabiendo español, a recabar información, entre otras fuentes, de las mujeres que compartieron prisión con su madre. Son testimonios que sobrecogen: mujeres enfermas a las que el médico de la cárcel niega cualquier clase de medicación; criaturas que se mueren de hambre porque sus madres no los pueden amamantar; temperaturas bajo cero; el cemento como único lecho, etc.

Ramon Sender Barayón cuenta en el citado libro ‘Muerte en Zamora’ todo lo que consiguió averiguar sobre la detención, encarcelamiento y asesinato de su madre. «Un día otoñal, a las seis de la tarde, el secretario del administrador de la cárcel, llamado Justo, arrancó a Andrea de los brazos de su madre y con gesto duro y despectivo dijo: Los rojos no tenéis derecho a procrear». Continuará.
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