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¿Muerte, dónde tu aguijón?

07/11/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Sólo lo vi una vez, la tarde que lo conocí, un 6 de abril. Fue suficiente. No se necesita demasiado tiempo para conocer a una persona, como dijo el poeta, «conocerse es el instante». No, al menos, para conocer la lección que esa persona trae consigo, la lección que debes aprender. Cada encuentro, cada persona, tiene una lección, el problema es que transitamos por los días despistados, sin prestar atención a lo importante. Fue el año pasado. Acababa de salir ‘40’, mi nueva novela, y andábamos con la gira de presentaciones. La cita en Valladolid estaba programada. Héctor se encargaba de buscar quién la presentaba. «¿Ya sabes quién nos presenta en Valladolid?» –le pregunté–. «Sí, el mejor que puedas imaginar para presentar esta novela» –me respondió con matiz de euforia–. «¿Quién?» –inquirí, vivo de curiosidad–. «Rafael Espeso» –contestó, como si su solo nombre bastara para iluminar–.

Era la primera vez que escuchaba ese nombre. Interrogué a Héctor. No era escritor, tampoco periodista, era arquitecto, algo que de por sí no lo convertía en el mejor presentador. Sin embargo, Héctor insistía en que era el mejor para presentar ‘40’. Cuando por fin lo conocí, aquel 6 de abril, cuando le escuché y le vi sonreír, comprendí al instante que, por una vez, Héctor tenía razón. Rafael era la mejor persona, persona, no se trataba de su profesión. La novela comienza con el protagonista en el hospital, donde está a punto de morir asesinado por error. Por fortuna para él, la vida le da otra oportunidad y decide aprovecharla. A Rafael, también la vida le había dado otra oportunidad y escucharle hablar sobre las ganas con las que la estaba aprovechando fue emocionante y aleccionador. Ni un solo reproche ni el más leve rencor ni sentimiento de injusticia. Sólo las ganas de vivir. Todo las ganas de vivir.

De la lucha contra la muerte, tenemos la derrota concedida de antemano. Pero no es esta nuestra batalla. Donde de verdad nos la jugamos es en la batalla por la vida misma y el salir vencedores de esta sólo depende de nosotros. Rafael ha sido un campeón. A la muerte no le ha dejado más que una raspa de sardina, porque «todo lo consumido en el amor, no será nunca gesta de gusanos».

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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