Muere Calleja, el irreductible frente a ETA

El periodista y escritor leonés, de 64 años, llevaba ingresado dos semanas en un hospital madrileño luchando contra el Covid 19

Fulgencio Fernández
21/04/2020
 Actualizado a 21/04/2020
El periodista José María Calleja. | ICAL
El periodista José María Calleja. | ICAL
La noticia de la muerte de José María Calleja llegó en la mañana del martes en directo a todos los programas de televisión, en los que era un asiduo tertuliano, causando evidente consternación en quienes estaban en directo, gente como García Ferreras, el ex ministro Miguel Sebastián, Ana Rosa Quintana o Sonsoles Ónega...

Y es que este leonés nacido en Ponferrada (1955) gozaba de merecida fama de ser un tertuliano brillante y comprometido, buen polemista, fiel a sus ideas... Sin embargo, quienes hayan conocido a este Calleja último, brillante, no han conocido a larga batalla por la libertad de un tipo muy valiente, de una pieza. Tal vez se acerquen al ‘alma’ de José María Calleja quienes estuvieran viendo la tertulia —no recuerdo la cadena— del día que presentó su dimisión Borja Semper, del Partido Popular, y el periodista leonés se mostró tan consternado como emocionado, dijo palabras muy bellas de Borja que tal vez despistaron a quienes conocen izquierdista. Calleja explicó la admiración que le producía el compromiso de «jóvenes políticos vascos, tanto del PP como del PSOE, que comenzaron a militar cuando era muy complicado militar en estos partidos, cuando eran amenazados, perseguidos y entregaban la tranquilidad y el bienestar propio y de su familia en aras de unos ideales. Le deseo lo mejor en la vida a Borja Semper, que cuenta con mi inmensa admiración».

Ése era José Mari Calleja.

Sabía muy bien de lo que hablaba José María Calleja, uno de los personajes públicos más comprometidos con la libertad, primero frente al franquismo —estuvo preso— y después frente a ETA, lo que le hacía ironizar con una paradoja en su vida:«Estuve en la cárcel en la dictadura y Franco nos decía a los de la oposición que no éramos españoles. Luego, en la época del terrorismo en el País Vasco, los que nos querían asesinar a mí me llamaban españolazo. Yo siempre me he sentido español».

Su lucha frente a ETA le causó graves trastornos, le obligó a llevar escolta durante muchos años pues estaba en la diana de los terroristas como uno de sus objetivos prioritarios. Y es que en esa necesidad de viajar al Calleja anterior al tertuliano conocido habría un libro muy significativo, de 1997, titulado ‘Contra la barbarie’ pero con un subtítulo para no olvidar: ‘Un alegato en favor de las víctimas de ETA’, y es que ésa fue la bandera que enarboló Calleja. Condenó, ¡cómo no!, los atentados, las extorsiones, pero, sobre todo, «exigía la necesidad de que las víctimas, los supervivientes, las viudas, los hijos de los asesinados sintieran la cercanía de la ciudadanía» y no soportaba la cobardía de los tiros por la espalda y, sobre todo, «los insultos en la calle, las dianas en las paredes con un nombre;  los anónimos en los buzones de los amenazados... ¿Cómo se puede soportar tanta cobardía?, ¿qué salvadores de qué pueblos fueron tan cobardes?», se preguntaba cuando presentó este libro en su tierra. Y jamás cejó en esta batalla, siempre estuvo al lado de las víctimas, «que sólo son víctimas, sin otro matiz, víctimas inocentes»; así se entienden las palabras para Borja Semper y así se entiende el respeto que se supo ganar en la profesión y en la vida.

Cuando presentó este libro en León se fue a comer con algunos amigos y familiares (era hermano de María Calleja, responsable de la Obra Cultural de Caja España durante años) a una venta en la montaña. En la sobremesa reflexionaba: «¿Cómo es posible que me hayan obligado a sentir que lo más bello de mi tierra sea la tranquilidad de poder estar sentado con mis amigos sin miedo a que quien acaba de entrar por la puerta me venga a matar?».

Así se dura fue su batalla pero jamás renegó de ella, jamás de estar al lado de las víctimas.

Calleja fue uno de esos leoneses a los que la realidad de su tiempo fue llevando a otras tierras. Primero estudió en Valladolid, donde se licenció en Historia;se doctoró en Periodismo en la Complutense, fue profesor de esta carrera en la Carlos III  y comenzó a ejercer el periodismo en País Vasco,  a principios de los años 80 en la delegación de la Agencia EFE en esa comunidad. Y ahí adquirió un compromiso con la libertad y con las víctimas del que jamás se apeó. Con el tiempo fue militando en otros campos, como el de la información veraz, o el feminismo, tal como recordaba su compañera Berna González Harbour: «Fue la primera persona que conocí que hablaba en femenino, hace ya muchos años, mucho antes de que mis hijos y muchos otros popularizaran esa forma de agrupar a los presentes sin hacer caso a la RAE. Su ‘nosotras’ nos incluía a varias amigas, pero le incluía sobre todo a él, porque es difícil hallar otro periodista, otra persona, más adelantada a su tiempo, más abierta, más inclusiva, más feminista, más pacifista y más de todo lo bueno que puede haber en este país».

Hemos perdido más de lo que parece.
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