«Muchos pueblos quemaron sus montes como represalia»

Arde León es el completo estudio sobre la historia de todo tipo de incendios en la provincia de León;no solo de los montes, tan de actualidad, también de casas, pueblos, bienes patrimoniales o vinculados a guerras y oficios peligrosos, como la mina

Fulgencio Fernández
31/07/2022
 Actualizado a 31/07/2022
Canseco, uno de los pueblos que resultó arrasado durante la guerra civil, en 1937. | BIBILIOTECA NACIONAL
Canseco, uno de los pueblos que resultó arrasado durante la guerra civil, en 1937. | BIBILIOTECA NACIONAL
La pandemia y todas las circunstancias que la acompañaron provocaron numerosas situaciones personales que cada cual resolvió de alguna manera. El historiador berciano José Antonio Balboa dejo León, donde vivía, y regresó al pueblo. «Para pasar el tiempo pensé en varios trabajos que tengo pendientes y me decidí por uno sobre los incendios; en principio no para escribir un libro sino un artículo sobre incendios de pueblos», pero la fue creciendo ya durante toda su vida había ido reuniendo «todo lo que encontraba en archivos, periódicos y crónicas sobre incendios» y se ha sustanciado en el libro ‘Arde León. Los incendios en su historia’, con esa enorme cantidad de datos ordenados por temas y recogidos en 666 páginas.

–Aborda el fuego desde todos los ámbitos: incendios en pueblos, ciudades, accidentes como los de tren o en la mina, incendios en templos o su quema en tiempos convulsos, las calefacciones y hasta la historia de los bomberos o el fuego a través de la historia ¿Cree que ha sido León una provincia muy castigada?
–Es difícil contestar porque el problema es que no existe bibliografía sobre los incendios en España, más allá de los forestales o alguno espectacular o luctuoso. Los libros sobre el particular se pueden contar con los dedos de una mano, y tampoco son muchos los artículos. Los incendios han sido una realidad cotidiana, pues el fuego se ha utilizado como arma de guerra durante siglos. Quizá elhecho de ser una provincia, sobre todo en áreas de montaña, donde los pueblos tienen una estructura concentrada, las casas se construían con mucha madera y con techumbres de paja explique la enorme cantidad de incendios de pueblos. En la meseta, por ejemplo, en Tierra de Campos, ha habido incendios de casas pero muy pocos de pueblos, por el adobe y las tejas

–Hace para su libro un estudio histórico, desde el imperialismo romano a los sitios de Astorga o la guerra civil ¿Qué hechos destacarías más?
–El fuego ha sido durante siglos un arma de guerra para reducir o someter a las poblaciones que se pretendía conquistar; por ello, en todos los periodos históricos ha habido lo que se llama incendios postbatalla. Los periodos mejor documentados en la provincia han sido las guerras contra los árabes (incendios de monasterios e iglesias) y durante la guerra de la Independencia en que documentamos, además de incendios de monasterios e iglesias, más de treinta pueblos quemados total o parcialmente.

–Hay un capítulo singular, ‘Incendios cainitas’, no solo son los de la guerra civil que, por cierto, documentas más de los que se cree, casi cuarenta.
–El cainismo, las luchas civiles, los enfrentamientos sociales jalonan la historia de España y también la de León con sucesos luctuosos en la edad media (Revueltas de Sahagún, incendios del Castro de los Judíos, Valderas, Gordoncillo, etc.) y especialmente durante la República y la Guerra Civil. Respecto de esto último, una historia maniquea acentúa la represión de un bando y olvida la violencia del otro. De ningún modo se puede justificar la represión postbatalla franquista, pero el historiador debe intentar comprender la época que, sin duda, se caracterizó por una enorme violencia. León se describe durante la República como una provincia tranquila (a diferencia de Madrid, Asturias o Andalucía), pero los incendios de más de cuarenta iglesias no lo parece.

–Las tablas de incendios en pueblos nos recuerdan algunos verdaderamente terribles.
–He documentado más de trescientos incendios, de los cuales en torno a unos ciento cincuenta de pueblos (en realidad más de doscientos si contamos los provocados por guerras o enfrentamientos civiles). De esos 150 incendios que podemos calificar de domésticos la mayoría ocurrieron en zonas de montaña, por lo ya dicho. No es extraño que las ordenanzas concejiles fueran tan severas con el fuego de los hogares e insistieran tanto en la limpieza de las cocinas.

–¿Los más graves?
–Entre los incendios más luctuosos, que son muchos, quiero recordar el de la ciudad de León de 1232, los del Acebo y Villanueva de Valdueza en el siglo XVII, los de Castrillo de los Polvazares, Turienzo de los Caballeros y Sorbeira en el siglo XVIII, los de Prada del Sierra, Candín, Valverde de la Sierra, San Pedro Castañedo o Castrocontrigo en el siglo XIX, y Besande y Salce en el XX. En todos los casos pereció una gran parte o todo el caserío.

–En el capítulo ‘El bosque en llamas’ describe ‘la locura de los incendios’. -¿Con tantos datos como tiene se puede saber si lo que está ocurriendo en la actualidad es especialmente grave?
–Aunque durante toda la historia ha habido incendios forestales, tanto naturales como provocados para ampliar el terrazgo a costa del monte, los incendios forestales se incrementan a partir del siglo XIX como una consecuencia no deseada de la desamortización, pues muchos pueblos a los que se les ha quitado competencias en la gestión del bosque, como represalia los quemaban.

–¿Serían evitables muchos de estos incendios?
–Ahora que tenemos estadísticas cada vez más fiables, los incendios intencionados sabemos que son un porcentaje altísimo, probablemente por encima del 70%. Es verdad que, en estos últimos cincuenta años, la despoblación y la escasa limpieza del monte lo ponen más en precario. Es difícil impedir los incendios, pero lo que es inadmisible es que se propaguen de la manera que hemos visto en este verano. Esto solo se consigue con prevención, limpieza de los montes, más medios contraincendios y sobre todo cuadrillas mejor dotadas y especializadas.

–Cambiamos al patrimonio. Recoge bastantes casos de bienes patrimoniales asolado por las llamas.
–Recuerdo muchísimos porque los incendios han afectado a los edificios, el patrimonio mobiliario ydocumental. Unos incendios han sido provocados, como ya hemos dicho; otros fueron ocasionados por negligencia o contingencias imponderables. Incendios provocados fueron el del monasterio de Sahagún de 1835, los archivos del de Carracedo y la catedral de Astorga en la guerra de la Independencia; otros casuales como la catedral de León en 1966, el palacio episcopal de Astorga (luego Gaudí hizo la joya actual), el monasterio de Villoria de Órbigo, etc.

–Dedica un capítulo final a los bomberos de León con algunos aspectos que resultan novedosos.
–He tenido la suerte de contar con una buena información pues en el archivo municipal de León se encuentra la documentación de la Sociedad de Seguros Mutuos de Incendios de Casas de León, fundada en 1833, porque ella no solo creó una de las primeras sociedades de seguros contraincendios que hubo en España sino también un primer servicio de bomberos, que se municipalizó 1920.

–¿Se puede contar la historia desde los incendios?
–El libro trata sobre los incendios en la provincia de León pero tiene un valor añadido, ya que al tratar de enmarcar cada uno de los capítulos en unas coordenadas más amplias, se proporciona con él una visión de la historia de la provincia y de España vista desde la perspectiva de los incendios.
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