Mourad Zarrouk: "Tenemos que estar seguros de que tenemos el mismo enemigo"

Entrevista a este musulmán de origen marroquí

I. Herrera
17/09/2017
 Actualizado a 16/09/2019
Mourad Zarrouk | EL FARO DE CEUTA
Mourad Zarrouk | EL FARO DE CEUTA
– ¿Condena el terrorismo en nombre de Alá?
–A mí me parece que el mero hecho de plantear esta pregunta quiere decir que hay un gran malentendido. Cuando se nos plantea esta pregunta por el mero hecho de ser musulmanes nos sentimos criminalizados, y eso nos sitúa en una posición defensiva como miembros de la comunidad musulmana. Cuando se produce un atentado terrorista, no me doy por aludido más que el resto de la humanidad. Cuando alguien comete un atentado criminal en nombre del islam y, sobre todo, cuando es en la parte más desarrollada del planeta, las miradas se dirigen a la comunidad musulmana. Esta comunidad vive bajo una presión tremenda. Hay otro punto que quería resaltar también. La ‘opinión pública internacional’ solo reacciona cuando los atentados se producen en la parte más desarrollada del planeta. Nadie llora las víctimas de los atentados perpetrados en países del Tercer Mundo, atentados reivindicados por las mismas organizaciones criminales. El terrorismo es una plaga que nos debe preocupar a todos y, por lo tanto, no tenemos que estigmatizar a una comunidad determinada o ser selectivos a la hora de reaccionar a la barbarie.

–¿Qué es la yihad?

–Hay un caos terminológico y conceptual que se debe a muchas razones, especialmente al poco conocimiento que tienen los expertos en materia de terrorismo global. Se han encontrado de repente ante un fenómeno nuevo; otros intentaron buscar deliberadamente las raíces del mal en el islam. Es un término que quiere decir muchas cosas al mismo tiempo, tiene una carga semántica quizá muy compleja, a veces aparece con el sentido de defender las tierras musulmanas, otras veces aparece con el sentido de defender los intereses de la comunidad musulmana en otros territorios. No hay que olvidar la acepción más importante del término, o sea el esfuerzo espiritual que hace el ser humano para mejorar como persona. Y, sin embargo, cuando se saca este término de su contexto, cuando se utiliza de la forma que se está utilizando, obviamente, se desvirtúa.

–¿Cómo explicaría la diferencia entre islamismo y yihadismo?
–Si miramos el diccionario de la RAE, la palabra islamismo aparecía con el sentido de islam, de la religión islámica, pero hay un pequeño matiz, el sufijo también tiene que ver con los movimientos islamistas, con el islam que se basa en la movilización social, ideología que apareció con la creación del grupo de los Hermanos Musulmanes en Egipto en 1928. La idea consistía en intentar llevar los valores del islam a la política. Más tarde, ya en la época de los Oficiales Libres en Egipto, ese grupo fue reprimido por las autoridades políticas en ese país. A raíz de esta represión empezaron a surgir grupos radicales, escisiones de este grupo como Al-Gama’a al-Islamiyya y otros. Los partidos islamistas se pueden comparar, salvando las diferencias, obviamente, con los partidos democristianos en Europa. Hay partidos moderados que los podemos criticar por su buena o mala gestión de los asuntos públicos, sin embargo, otra cosa completamente diferente son los gruposyihadistas que recurren a la violencia. Estos grupos plantean un serio problema a los islamistas que quieren actuar desde las instituciones, desde los principios del juego político. Los yihaditas pretenden romper la estructura del Estado. De ahí esta pugna interminable entre los yihadistas y el islam político, pero veo que en los medios de comunicación e, incluso en círculos universitarios, se utilizan indistintamente estos dos términos. He leído en algunos medios: ‘atentados islamistas’. Son matices que hay que tener en cuenta a la hora de abordar este tema.

Los partidos islamistas se pueden comparar, salvando las diferencias, con los democristianos en Europa
–¿Detecta un clima de islamofobia?
–Ahora vivo en Marruecos, pero estaba en España cuando se produjeron los atentados de 2001 en EEUU y más tarde en Madrid, en 2004, que nos afectaron directamente. Creo que la reacción del pueblo español fue ejemplar, la gente tiene sentido común y sabe perfectamente que fue una acción de una minoría insignificante dentro de la comunidad musulmana. No hay que olvidar que el número de musulmanes se estima en 1.600 millones y si todos fueran radicales como insinúan algunos, este mundo se habría convertido en un auténtico polvorín. Estamos hablando de una minoría marginal dentro del mundo islámico y la cosa no tiene solamente que ver con interpretaciones radicales del islam, sino también, y lo digo y lo subrayo, hay actores políticos robustos que utilizan el terrorismo con el fin de alcanzar objetivos geoestratégicos. Me refiero al terrorismo de Estado.

–Alguien dijo que los musulmanes no son parte del problema, sino parte de la solución, ¿cree que es así?

–Sí, lo creo firmemente. Y cuando digo que deben ser parte de la solución me refiero a la comunidad musulmana, a las minorías musulmanas en Occidente. Creo que se cometieron muchísimos errores durante muchos años en las políticas de inmigración. Hay países con una larga tradición de acogida como por ejemplo Francia. Lamentablemente, el modelo de los guetos en las afueras de los grandes centros urbanos demostró claramente que es un modelo fallido; la política de discriminación en el ámbito del trabajo creó un ambiente de crispación que las autoridades públicas pensaban remediar con los valores de la República. Cuando algunos políticos plantearon la necesidad de repensar la ley de la separación de 1905 para gestionar el campo religioso desde París, algunos se opusieron rotundamente. Son errores que no hay que reproducir bajo ningún concepto, hay que trabajar con las comunidades islámicas con el fin de gestionar los asuntos religiosos, hay que incluir a los musulmanes en la elaboración de las políticas con las minorías, y de esta manera se puede cerrar el paso a los que pretenden radicalizar a los más jóvenes. Se trata de un esfuerzo en el cual deberían participar diferentes ministerios, diferentes expertos, y nunca es tarde, como se dice, si la dicha es buena. Creo que estamos a tiempo para actuar en este ámbito.

–¿Cree necesario un mayor control de los imanes?

–Son medidas que vienen tarde, son medidas más bien de seguridad. Yo prefiero que las mismas comunidades, en colaboración, lógicamente, con las autoridades competentes, entiendan que es necesario que se formen imanes nacidos en Europa, para empezar, imanes que pertenecen a la misma comunidad, que hablen su misma lengua, que conozcan sus problemas. Los imanes que vienen de fuera no aportan gran cosa a la comunidad, vienen de otro ambiente cultural, tienen un discurso que los más jóvenes no entienden. Y aquí no estoy hablando de radicalismo ni nada por el estilo, estoy hablando meramente del discurso religioso. Entonces, creo que los imanes de las mezquitas europeas tienen que pertenecer a las mismas comunidades establecidas allí.

Los imanes que vienen de fuera no aportan gran cosa a la comunidad, vienen de otro ambiente cultural

–¿Qué medidas de prevención se pueden adoptar con los jóvenes?
–Si nos fijamos en los perfiles de los jóvenes captados por los grupos terroristas nos daremos cuenta de que se trata de jóvenes marginados, con un nivel de estudios básico y que practican un islam identitario. Pertenecen a una minoría, quieren reafirmarse dentro de sus creencias recién adquiridas, muchos tienen antecedentes penales, es gente convertida o reconvertida, según los casos, gente que tiene muy poco conocimiento del islam. Este es el rasgo característico de los jóvenes radicales. Entonces, yo creo que la respuesta la tenemos en la enseñanza, en la educación, en nuevas políticas de integración y, obviamente, hay que enseñar a los más jóvenes el islam. Sé que muchos responsables son reacios a esta propuesta, pero es mejor que se les enseñe el islam verdadero, el que la mayoría aplastante de los musulmanes practica, en vez de que venga otra persona de fuera con objetivos determinados y que les enseñe otra cosa, y es lo que pasó, lamentablemente, en el caso de los jóvenes de Barcelona. Y espero que se actúe lo más pronto posible en el fin de cerrar el paso a los radicales.

–¿Cómo ve el futuro?
– Hombre, espero que no tengamos que lamentar más víctimas. Yo, cuando intento un poco reflexionar sobre el fenómeno del terrorismo global, no me fijo solamente en las sociedades occidentales, me fijo en el planeta en general, porque como te he dicho antes, se perpetran atentados en Mali, en Camerún, en Túnez… en varios países del sur del Mediterráneo, y son cometidos por personas que manejan los mismos presupuestos ideológicos que los terroristas de París, de Bruselas o de Barcelona. Entonces, tendremos que pensar una solución global a un fenómeno global, porque la solución no puede ser regional o nacional. Y he llegado a la conclusión que el mejor aliado del terrorismo global es la injusticia. Me explico, cuando se apoya a las dictaduras árabes, cuando se impide, por ejemplo, a algunos países llevar a cabo una buena transición democrática y se les impone al uniformado del turno, el dictador de turno, porque es mejor contar con aliados dictadores que tener a gente que va por otro camino, se generan este tipo de comportamientos radicales. Si queremos resolver un problema tenemos que atacar las causas del problema, y las causas del problema son la injusticia política y social en el mundo árabe islámico. Hay que empezar por dejar que los militantes puedan llevar a buen término su lucha colectiva y democratizar sus países. Una vez desaparecidas las dictaduras, cambiarán muchas cosas. Se debilitarán las tramas de corrupción en estos países, se reformará la educación, Mejorarán los servicios, pero sobre todo, la gente recuperará su dignidad. A partir de ese momento, el peligro del terrorismo global dejará de planear sobre Occidente. También hay que acabar con los focos de tensión. Me refiero a conflictos como el de Palestina. Si se acaba con estos focos de tensión no habrá este resentimiento hacia algunos actores políticos como EEUU. Se trata de trabajar sobre las causas y no sobre problemas locales. Insisto, lo que pasó en Barcelona no es un problema de España, es un problema que tiene sus orígenes en lugares lejanos de España.

Las causas del problema son la injusticia política y social en el mundo árabe islámico, ahí hay que actuar
–¿Cómo se vive en los países musulmanes este radicalismo?
–Sobra decir que hay un rechazo automático. Cada vez que pasa algo la gente se siente conmocionada, triste. Sin embargo, supongo que las comunidades musulmanas en Occidente lo sienten más porque son doblemente víctimas. Ellas también forman parte de esa sociedad agredida. A la gente a veces se le escapa esto pero, cuando un musulmán nace en París, en Bruselas o en Madrid, es parisino, bruselense o madrileño, y se siente agredido. Lamentablemente, la amalgama hace que estos ciudadanos de confesión musulmana se sientan estigmatizados. Yo creo que hay que dejar de pedir a la gente que condene los ataques terroristas porque es algo obvio, es algo que hay que dar por sentado, y si tenemos la menor duda de que una persona pueda simpatizar con los terroristas y pueda mantener un discurso de apología del terrorismo, automáticamente hay que aplicarle el Código Penal porque no cabe debate con personas con estas ideas. Yo creo que las comunidades musulmanas, y me refiero sobre todo a las comunidades en Occidente,viven bajo una presión indescriptible, porque se sienten muchas veces culpables y no debería ser así, pero la presión a veces les lleva a sentirse culpables. Van por ahí pidiendo perdón al vecino, al señor de la frutería… y eso, obviamente, no genera un buen ambiente. Yo creo que hay cosas que tenemos que superar y tenemos que estar seguros de que tenemos el mismo enemigo, tenemos que luchar contra la misma plaga, pero en un ambiente de solidaridad.
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