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Morir para contarlo

07/05/2022
 Actualizado a 07/05/2022
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El Génesis, primer libro de la Biblia, es esclarecedor a la hora de relatar cómo la pobre Rebeca, mujer de Isaac, después de lo mucho que penó por quedarse preñada, tuvo la mala fortuna de que le salieran respondones. Notaba ella, que las criaturas andaban todo el día a la gresca: Pero como los hijos luchaban dentro de ella, Rebeca pensó: «Si es así, ¿para qué vivo yo?». El cronista bíblico corrobora posteriormente esa intuición materna: «Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, había gemelos en su vientre. El primero salió rubio; era todo velludo como una pelliza, y le pusieron por nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al talón de Esaú, y le pusieron por nombre Jacob». Bien agarradicos pues los dos rapaces en duelo intrauterino por ver quién asomaría la cabeza. La lucha por el territorio afectivo y por la primogenitura con todos los derechos patrimoniales sucesorios.

Historias bíblicas que nos enseñan el carácter belicoso de los seres humanos. El término belicoso es definido por la RAE como aquel que es inclinado a la guerra y parece proceder del término latino que designa el vocablo guerra ‘bellum, belli’. Resulta llamativo que el término bellum esté tan cerca al menos gráficamente del término bello, mucho más hermoso que el gutural ‘Guerra’.

¡Qué desgarrador e inquietante se nos presenta en estos momentos en los que nos movemos entre corresponsales y crónicas de batallas, muertos, y negociaciones!

Decía el gran reportero polaco Ryszard Kapucinski, gran referente en el periodismo, que «las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienzan con un cambio de vocabulario en los medios». Por eso los reporteros de guerra comenzaron a preparar sus cámaras y afinar sus oídos y olfato cuando escucharon a Putin hablar de ‘operación especial’. Debe ser que a él tampoco le gustaba el término ruso pronunciado ‘voyna’, quizá le sonaba a paleto y él quiere ser un tipo importante en una Rusia imperial.

Asegura la célebre corresponsal, Macarena Berlín que «nuestra misión es decirle la verdad al pueblo». Arriesgado cometido, de manera especial durante esta guerra de Ucrania. Parece ser que el conflicto está siendo el más mortífero para los reporteros en este 2022.

Hace más de 150 años que los corresponsales de guerra modernos nos dejan crónicas del frente. La primera, la escribió William Howard Russell durante la guerra de Crimea, en la que se enfrentaban una serie de potencias europeas con la Rusia imperial. Hoy en día, con la información al instante como arma de guerra de última generación, los periodistas se han posicionado como blanco preferente. En este sentido, y para entender al reportero de guerra, siempre con el vértigo en el estómago, les recomiendo el visionado del documental ‘Morir para contar’ de Hernani Zin de 2018 en el que reporteros experimentados como David Beriain y Roberto Fraile (asesinados en acto al servicio de la información en BurKina Faso), Gervasio Sánchez, o Rosa Meneses reflexionan sobre una profesión un tanto incomprensible pero necesaria.

El propio Roberto Fraile, parafraseando a Terencio en su comedia ‘El enemigo de sí mismo’ afirma, en el transcurso del metraje, para justificar su coqueteo con la muerte, que al final le abrió precipitadamente los brazos: «soy humano, y nada de lo humano me es ajeno».

Él, al igual que otros muchos, fue de los que murió para contarlo.
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