Monumento nacional

No hace falta, desde luego, que te ‘venda’ la catedral de León; que te hable de su traza gótica ni, por supuesto, de sus vidrieras; ni de su claustro o su museo. Pero baste tenerla tan ‘a mano’ para que, quizá, no se le preste demasiada atención… Así que, cuando pases por allí, prueba a detenerte delante de ella y dedicarle siquiera unos minutos, y verás como se ‘saborea’ de otra manera; y no te digo ya si entras a visitarla…

La catedral que hoy conocemos ha sido testigo de nuestra historia desde que, en el siglo XIII, comenzara a construirse en el mismo lugar que habían ocupado unas termas en tiempos de los romanos, el palacio real leonés, la primitiva catedral y la que, alrededor de siglo y medio después, la sustituyó. Sobre esta última, de estilo románico, se edificó la actual –consagrada en 1303–, quizá el más universal de los atractivos de la capital leonesa.

Fue declarada ‘monumento nacional’ –el primero en toda España– en 1844, bajo el reinado de Isabel II –tenía entonces trece años y había sido proclamada mayor de edad meses antes– y con el general Ramón María Narváez, líder del Partido Moderado, al frente del gobierno, al comienzo de la llamada ‘Década Moderada’. Así lo establecía una Real Orden de 28 de agosto –hoy se cumplen 175 años– que, por cierto, he buscado por curiosidad en la Gaceta de Madrid –antecesora del BOE–, pero sin éxito…

Esta declaración no fue un mero título, sino que supuso la salvación de una catedral que, en aquella época, estaba en ruinas. Gracias a ello, el Estado se hizo cargo de la financiación de la llamada ‘Gran Restauración’, de la que, si te das cuenta, hablábamos aquí mismo hace ya casi año y medio, con motivo de la exposición que albergó Palat del Rey al respecto. La ‘Pulchra’, si recuerdas, cerró sus puertas al culto en 1859 y no las volvió a abrir hasta más de cuatro décadas después, el 27 de mayo de 1901.

Hace, pues, 175 años que, de alguna manera, cambió el destino de la catedral de León. ¿Lo celebramos con una visita?