"Monjas y novicias exorcizaban con el espantadiablos a los demonios del sexo"

La restauración del espantadiablos que Pepe Muñiz regaló a la Catedral, único en España, hace evidente su cometido de asustar al demonio

Fulgencio Fernández
16/04/2023
 Actualizado a 16/04/2023
El espantadiablos con ropa (con calzas, túnica y vestido) resulta algo menos tenebroso y perturbador que visto al desnudo.| RAQUEL LÓPEZ SANTOS
El espantadiablos con ropa (con calzas, túnica y vestido) resulta algo menos tenebroso y perturbador que visto al desnudo.| RAQUEL LÓPEZ SANTOS
Encontrar a Pepín Muñiz siempre resulta sorprendente. Nunca sabrás si es un coleccionista al uso, que no; un buhonero, tal vez; un recopilador de historias truculentas, seguro; o una caja de sorpresas, siempre.

- ¿Qué traes entre manos?
- Una colección de huesos humanos, eran de un traumatólogo que se jubiló y se vendían en el rastro.

Pero, de repente, se acuerda de otra cosa: «A ti te gustará, seguro, ver al espantadiablos que le regalé a la Catedral desnudo, que le hizo fotos la restauradora (Raquel López Santos). Es terrorífico, no me extraña que asustara al demonio».

Tiene que serlo mucho para que le parezca terrorífico a Pepín cuya última adquisición, antes de los huesos, era de un ataúd, «de al menos un siglo, lo he acolchado con una casulla antigua y lo he probado, es perfecto para mí. De momento, he dejado dentro a una momia».

El espantadiablos que he donado procede de un convento del siglo XVI, es una pieza absolutamente única en España lo que hace a la Catedral de León aún más singularEs decir, el nivel de terror lo tiene alto pero realmente el espantadiablos desnudo asusta. Esos ojos saltones con una especie de catarata en uno de ellos, las piezas articuladas de madera, el gesto de la cara, la boca abierta y desdentada... «no tiene ningún perfil bueno, ten en cuenta que su misión era espantar al mismísimo demonio con su cara de diablo. Es repugnante».

Las fotos hablan por sí solas de esta singular escultura que, explica Muñiz, «no llega a los 40 centímetros y es de madera articulada. Su valor artístico es evidente, el estético... hay que pensar en cuál era su función, uno de esos objetos que supongo que usarían incluso los exorcistas y ritos similares. Yo mantengo además que con él las monjas exorcizaban los demonios del sexo. Un objeto erótico-místico para ahuyentar al mismísimo Diablo. A él se encomendaban monjas y novicias para no caer en la perdición en aquellos tiempos siniestros de la inquisición, fue el terror de aquellas mujeres, de la abadesa a las primerizas». Una especie de marioneta maligna «con su sexo erecto y ardiente.».

Señala Pepe Muñiz que la presencia del espantadiablos entre los bienes de la Catedral convierten a la seo leonesa en más única de lo que ya era. «Según me han comentado no hay ningún otro espantadiablos en las catedrales españolas; y en el resto del mundo creo que solamente en la de Milán».

- ¿Cómo llegó a ti esta pieza única, que desplazará la ya poco presente leyenda del topo por otra con mucha más enjundia y real?
- Secretos de coleccionista. Te diré que ya hace unos cuantos años que lo descubrí; estaba olvidado entre la maraña de cosas que tenía un viejo colega. Yo nunca había visto uno pero sí había leído, había escuchado hablar de ellos; por ello, en cuanto lo vi supe que era un espantadiablos, pedí precio, pagué y marché pues sabía que llevaba algo único.
Algo que, sin embargo, él ha regalado a la Catedral. Así de singular es Pepe Muñiz.
- ¿Porqué ahora la donación?
- Coincidió la donación de los planos; un canónigo amigo lo descubrió y me convenció de que su lugar natural es la Catedral y como tiene razón pues hay que dársela
- ¿Sabes de qué época puede ser y cuál es su origen?
- Por partes. Su origen, como es lógico, está en un monasterio, del siglo XVI. Y de ahí en adelante pues ya te puedes imaginar el recorrido, de mano en mano, de exorcismo en exorcismo hasta caer en alguna sacristía o similar, después a manos de un coleccionista y, finalmente, a las mías para pasar a bienes de la Catedral de León. Allí quedará el diablo atrapado...

Y de ahí salta Pepín Muñiz a una larga disertación sobre demonios, atrapademonios, espantadiablos, extraños libros que guarda en su biblioteca, leyendas que tanto le gustan, fantasmas que acechan...

Hasta que se da cuenta de que es la hora de ir a la sauna. Y hay cosas que son sagradas, al menos para Pepín.
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