Momento presente

Isabel Mauriz Turrado
18/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
A lo largo de mi vida, en múltiples ocasiones me he preocupado por el tiempo, por el miedo al tiempo. Nos pasamos la vida pensando en este tema… Por ejemplo, cuando estamos desayunando estamos pensando qué haremos después; cuando vamos a comprar, nos decimos a nosotros mismos «a continuación haré la comida y hablaré con esta persona». Siempre estamos pensando en cosas que no tienen nada que ver con el ahora, con el momento actual. Yo me pregunto ¿por qué no disfrutamos cuando vemos esa película que nos gusta en vez de estar recordando los acontecimientos que nos ocurrieron hace un año o estar soñando despierto con lo que harás dentro de cuatro años? ¿Por qué nuestra mente trabaja tanto? ¿Por qué no disfrutamos de ese instante?

Somos afortunados por el simple hecho de vivir en un país donde las necesidades básicas las tenemos cubiertas, y sí, tengo claro –y todos tendríamos que tenerlo– que es una gran suerte. Existen millones de personas que mueren de malnutrición, de enfermedades que en esta parte del mundo se curan en una simple semana y a ellos les produce la muerte. El problema es que lo vemos tan lejano que nunca valoramos lo que tenemos, sólo nos fijamos en lo que creemos que tienen otros y nosotros no. ¿Por qué no nos miramos más a nosotros mismos y dejamos de fijarnos en el resto?

La mayor decepción es no hacer lo que quieres por miedo a otros, a sus comentarios. La gente opina. ¿Y qué? Es mejor seguir tus criterios y disfrutar de cada momento, y, si quieres gritar, llorar, correr,… ¿por qué no hacerlo?

La mayoría de nosotros somos pensadores compulsivos, tendemos a imaginarnos situaciones y pensamientos equivocados de nosotros mismos y de las personas que nos rodean. Esos pensamientos son generalmente irreales y, a través de ellos, infravaloramos o exageramos la realidad que nos acontece.

Por el ímpetu de no estar en el presente, la mayor parte del sufrimiento es provocado por nosotros mismos, no por las circunstancias o por otras personas. Cuando estamos durante minutos, horas o días imaginando lo que nos va a decir nuestro jefe, los compañeros, amigos, familiares… Y también cuando miles de momentos al día nos decimos «no lo conseguirás, esto es muy difícil», «mejor ni lo intentes», «esto no es para ti, otros lo han hecho pero tú no», «estoy fatal, pero qué mal estoy», estamos generándonos un dolor innecesario.

Justo este momento es el importante; estar mal por un futurible o por acontecimientos que tal vez jamás lleguen a ocurrir –si de verdad te paras a pensar– es totalmente absurdo.

¿Estás esperando que ocurra algo mágicamente para comenzar a ser feliz? Si es así, tu vida es una insatisfacción permanente y un descontento contigo mismo (y lo que te rodea).

Sal a la calle y disfruta del campo, de los niños riéndose, de los pájaros, del mar, sonríe a una persona desconocida y verás la emoción en su rostro. Entra en un bar y simplemente di «buenos días», da «las gracias»… La sonrisa de esas personas te transmite más que cualquier cosa material que te quieras comprar. Presta atención a los pequeños gestos, a las pequeños acontecimientos, disfruta simplemente de estar contigo mismo, ahí es donde reside la verdadera FELICIDAD.

Vive y disfruta cada instante porque es lo único que tienes.
Lo más leído