17/06/2021
 Actualizado a 17/06/2021
Guardar
Quince días antes del referéndum sobre la entrada en la Otan (12 de marzo de 1986), estábamos en el bar de Tino discutiendo sobre el asunto y llegó un socialista de los de carnet de toda la vida y que, normalmente, largaba unas barbaridades terribles sobre la organización atlántica. Le preguntamos qué iba a votar y nos dejó sorprendidos con su respuesta: «Lo que me mande el partido». Recuerdo que un servidor se puso a dar voces y a llamarle de todo menos guapo, pero no hubo manera: siguió en sus trece y, naturalmente, el día de autos votó, ‘de entrada’, sí. Esta cabriola ideológica es una de las más increíbles que uno ha visto ejecutar en su vida; ni en el circo Price vi nada igual. Entonces era presidente del gobierno el señor González, el mismo que ahora sigue ejerciendo de funambulista con sus declaraciones sobre los indultos a los catalanes: «En estas circunstancias, yo no los concedería». No ha cambiado González ni un ápice en su forma de entender la política; es el típico tío que no se moja ni cuando se ducha. Lo que quiero decir es que uno, desde aquella fecha tan lejana del 12 de marzo de 1986, no se fía ni un pelo del PSOE y de sus argumentos. Tampoco de ‘El País’, del periódico, claro, que tanto entonces como ahora hace suyos los argumentos del PSOE sin hacerse preguntas, sin ponerlos en duda, diciendo, en fin, a todo amén. El día 11 de marzo de aquel año, un servidor dejó de dar dinero al señor Polanco y a sus sucesores y así será por los siglos de los siglos. El PSOE no ha cambiado nada en treinta y cinco años… Sigue haciendo filigranas lingüísticas cada vez que tiene que acometer la solución de un problema, real o inventado. Y sigue apoyándose en los mismos medios de comunicación de siempre (y en algunos nuevos), que continúan actuando como la fiel voz de su amo. Pensaréis que tanto González, Zapatero y Sánchez han hecho muchas cosas buenas en el tiempo que eran presidentes del Gobierno. Seguramente, pero, para mí y para mucha gente, el referéndum de la Otan marcó un antes y un después en la credibilidad del partido. Ese mismo selecto club en el que ingresamos entonces, había dado una vida extra al General que le hizo tirar otros quince años en el poder. Vale, no fue la Otan; fue el país que inventó y domina la organización desde su nacimiento. La visita de Einsenhower a Franco, en 1959, que corroboró y realzó los acuerdos de Madrid de 1953, supuso la pérdida de soberanía de España con la concesión a los americanos de cuatro bases militares en nuestro territorio, a cambio de una importante ayuda económica y militar. Al final, sí dimos la bienvenida a Mister Marshall.

Sé que alguno de los que me leéis, miopes, pensaréis que esto viene a ser una loa al PP… «Si este descerebrado pone a parir al Psoe, apoya, implícitamente, a los de derechas». Pues no. Uno tiene la misma inquina a los dos. Los dos partidos que han mandado en la política española desde que se aprobó la Constitución (UCD era, poco más o menos, igual que el PP), se han visto salpicados por infinidad de casos de corrupción, de cesarismo y han mentido más que Hilario el de mi pueblo, que era un trolas patológico. Dan, los dos, mucho asquito a poco que sigas sus trayectorias. Me molesta mucho, eso sí, que sus militantes y sus simpatizantes no sean capaces de ver las barrabasadas que han cometido y que, en consecuencias, las critiquen. El partido no lo es todo, nunca lo ha sido. El partido es un instrumento para implementar unas políticas de acuerdo a la ideología de sus miembros. El comunismo, si te olvidas de todo lo que ha ocurrido en el siglo XX, es una ideología cojonuda, seguramente la más sensata y más justa de todas. Pero los que mandaban en ese movimiento confundieron el culo con las témporas, el bien general con el suyo propio, a Dios con el Diablo, al obrero con el esclavo. Tuvieron que pasar setenta años para que todo se viniese abajo, dejando, eso sí, miles de muertos de su propio pueblo, miseria y penas inenarrables. Todo porque sus militantes fueron incapaces de sublevarse contra el partido y quienes lo mandaban.

No se puede decir amén siempre. Yo no sé si lo de Cataluña es culpa del PP o de los jueces; de los propios catalanes o del PSOE. Me da igual quién sea el responsable de que todo se haya salido de madre, como los ríos cuando llueve a lo tonto. Sí sé que este asunto no acabará bien; tampoco hace falta ser un genio… No logro entender por qué se llama fachas a cien mil españoles que salen a la calle para demostrar su indignación ante la más que probable concesión de unos indultos a unos tipos que no reconocen al Estado como fuente de poder, pero que cobran todos sus sueldos de los presupuestos de ese Estado. Como tampoco entiendo que se criminalize a una gente por expresar su deseo de formar una república independiente. Tienen todo el derecho del mundo a pedirlo, y si se ponen de acuerdo con el resto de los españoles (yo el primero), a lograrlo. Desde mi modestia insignificancia, les doy un consejo: no fiarse del PSOE. A poco que te descuides, te venden como una cumbre bilateral un paseo de treinta segundos con el qué más manda. Salud y anarquía.
Lo más leído