14/04/2022
 Actualizado a 14/04/2022
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Que uno que no vota y al que la democracia le parece un chiste malo de Chiquito de la Calzada, se asuste de la deriva que está tomando la cosa en España, es desalentador.

Leí ayer una entrevista con una actriz, joven y hermosa para más detalles, en la que decía que «no se puede hablar de tú significación política, porque te expones a que nadie te contrate». Oír esto da miedo, pero me temo que es lo que hay. A ver, si tú votas a Podemos, pongo por caso, y lo dices aunque sea en ‘petit comité’, es cierto que corres el riesgo de que los empresarios de derechas te miren mal y te tires un año mirando para el sol. Lo mismo sucede si eres de Vox; en este caso, con más seguridad, porque la farándula y la cultura está regida, mayoritariamente, por gente que se denomina a sí misma «progresista» y que no soporta a los fachas. Si lo pensáis bien, es un sinsentido; es como si yo llamo a un fontanero para que me arregle una avería en casa y, mientras trabaja, empieza a alabar a Pablo Iglesias (quién me lee habitualmente sabe que no puedo con él), y yo me cabreo y le mando a tomar por el saco a media obra. Seguiré con la avería, pero tendré que buscar a otro fontanero, que seguramente sea bastante más chapuzas que el otro, y gastaré, al final el doble de tiempo y de dinero que si me hubiera callado la bocona... Al final, me consolaré pensando que es un asunto de principios, cuando lo cierto y real es que he metido la para hasta el fondo. Un fontanero, piense lo que piense, tiene que ser bueno y solucionar el problema lo más rápido y barato posible; lo demás, lo que piense, como actúe cuando va al bar a tomar una cerveza o cuando se acerque a la urna a meter su voto, es una estupidez, su estupidez...

Los últimos años en España estamos sufriendo una radicalización de las ideas y de las posturas políticas que ya nos llevó, hace ochenta años, a una guerra devastadora, de la que todavía estamos pagando las consecuencias. Preguntádselo a los que están excavando en el cementerio de Villadangos, buscando los restos de sus padres o de sus abuelos... Aquí, el respeto es un concepto extraterrestre, de Venus o así. No soportamos al que piensa distinto a nosotros, el que cree en otros ideales...; por no admitir, no admitimos ni a quién es familia y, según nosotros, se salió de la vereda. Por ejemplo: un servidor es ácrata, o eso creo. Como en este pensamiento las corrientes son variadísimas, conozco a gente que cree en lo que yo creo, pero con ciertos matices diferenciadores, y que me retiró el saludo. En cambio, un servidor, que no traga para nada a los de la CGT, porque los considera unos flojos que se han vendido al sistema (porque entraron en el juego de las elecciones y es un anatema para mi), nos los dejó de hablar. ¿Cómo, si no, me podría burlar de ellos?

Lo molar del asunto es respetar al que no piense como tú. Mira que uno odia a Churchill (un imperialista de manual), pero no puede estar más de acuerdo con él y algunas de sus frases. Churchill era el ‘anti-comunista’ por excelencia, pero a raíz del ataque de los alemanes a Rusia, verano de 1941, lo que les convertía en aliados, pronunció en el parlamento británico una frase para la historia: «A pesar de todo lo que he dicho y he escrito sobre Rusia y el comunismo, en estos momentos no les quepa duda que encontraré algo positivo que decir de ellos». La esencia del posibilismo...

Con la que está cayendo, (la pandemia, la guerra, la recesión económica, etc, etc), lo único positivo que podríamos hacer los españoles es dejar de tocar los cojones y arrimar el hombro. Se trata de superar una situación terrible, y, en estos casos, lo fetén es trabajar todos juntos, incluso con los que no piensan igual que tú. No se trata de defender aquello de que «el fin justifica los medios», porque entraríamos en la dinámica absurda del todo vale. Se trata de que los partidos políticos olviden lo que los separa para centrarse en reconstruir el país. Siempre, claro, que queramos reconstruir el país, cosa que, ahora mismo, dudo.

No es lo mismo hablar desde el micro-cosmos de un pueblo, dónde, pase lo que pase, tendré que ver y hablar con quién no me cae bien, que el de una gran ciudad, despersonalizada, depresiva, dónde incluso el vecino del quinto puede ser visto, sin conocerlo, sólo por las pintas, como un enemigo. No olvidéis nunca lo que pensaba Agatha Christie cuando escribía las novelas de la señorita Marple: Todo lo que ocurre en el mundo, sucede en un pequeño pueblo. Lo mejor y lo peor; los crímenes y los actos altruistas”. Por lo tanto, sed de pueblo; ganaréis mucho... Salud y anarquía.
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