En palabras Luis García, responsable del Departamento de Arte y Exposiciones del ILC y comisario de la muestra, ‘Microespacios creativos’ se plantea como «una visión miscelánea y mustidisciplinar que intenta aproximar de una forma directa y sencilla algunos de los enfoques creativos que conviven entre sí en estos momentos actuales de gran complejidad, apertura y diversidad».
Para García la muestra se convierte así «en un conjunto de piezas que podrían sugerir un rico y diverso palimpsesto de enfoques, planteamientos y visiones creativas y artísticas».
En opinión del comisario de ‘Microespacios creativos’ conviven en esta exposición obras que técnicamente son tradicionales, como pueden ser el dibujo, el collage, la vidriera o el grabado, con otras vinculadas directamente al ámbito de la fotografía digital y los procedimientos tecnológicos más actuales. «se muestra al mismo tiempo algunos ejemplos de varios momentos esenciales o interesantes de nuestra historia artística más próxima, con un amplio rango espacio temporal», sostiene García, que cita por ejemplo la obra gráfica ‘Peineta II’, de la que destaca «su tremendo esquematismo lineal y evocación tradicional, editada por el leonés José Sevillano, del artista internacional recientemente fallecido Eduardo Arroyo». García también se refiere a la propuesta de la artista berciana Ángela Merayo, «una pintura elaborada con técnica mixta de gran fuerza expresiva y cierto sentido espacial, que se podría insertar en el territorio de las relecturas informalistas».
Otro artista presente en la exposición de Otero de Escarpizo es Cosme Paredes, el escultor ecuatoriano que trabajó con Guayasamín, que en este caso –señala García– «desarrolla su trabajo en el territorio escultórico figurativo a partir de formulaciones técnicas vinculadas a Julio González y Pablo Gargallo». El comisario sitúa en el mismo espacio creativo, «aunque con un enfoque mucho más esquemático y simplificador», la aportación de Javier Robles. Por lo que respecta a José Antonio Santocildes, presenta una creación instalativa integrada por varios elementos que hacen referencia «a una visión ‘neopop’ de la naturaleza, incorporando un gran cambio de escala que genera un efecto sorpresivo muy intenso».

La investigación técnica y experimental viene de la mano de la obra gráfica de Mónica Jorquera, «la máxima intensidad simbólica, surreal y mágica se hace presente en su trabajo por medio de la minuciosidad y elaboración exquisita». El espacio fotográfico que transita entre lo real y lo imaginario está presente en la obra Carlos Pérez, «que nos traslada al territorio de lo equívoco para generar nuevas percepciones y realidades». Carlos García Berguío nos lleva, con su vidriera de grisalla y un acabado técnico perfecto, al pasado «con una composición exquisita de tradición barroca». La fotografía descriptiva de espacio urbanos emblemáticos se hace presente con gran intensidad en la obra de Sofía Sanz, «alcanzando un punto de composición casi abstracta». Patricia Núñez experimenta con el cuerpo humano en relación a la percepción del mismo, su descripción y la concepción espacio-temporal que surge de forzar los límites de la captura de imágenes. Virginia del Arco, creadora vinculada al espacio natural y a la ecología, «genera una serie de construcciones pictóricas de amplia complejidad que se mueven en el territorio del textil, el collage y la pintura en sí misma. Obras de una gran complejidad técnica y gran laboriosidad que parten del reciclado de materiales impregnados de memoria histórica. Por último, el creador más joven, 16 años, Samuel Miranda, parte de la apropiación fotográfica para crear sus obras, «obras de gran sencillez, muy directas e impactantes, que en este caso retrata al poeta Leopoldo María Panero, apropiándose de una fotografía de José Ramón Vega, una instantánea para la historia de la fotografía», concluye García.