Mis planes de Navidad

ir a un hiper de bricolaje a comprar cuatro cosas esenciales con Kevin McCallister (el protagonista de ‘Solo en casa’ protagonizado por Macaulay Culkin). Volver al Colegio Mayor para asistir al tradicional lanzamiento del árbol de navidad de los del tercero izquierda por el hueco de la escalera. Tratar de liar a alguien para que haga una fiesta con ponche y poder sabotearlo. Intentar ponerle a Lolo, el burro propiedad de mi padre, unas alforjas rellenas de ropa vieja para cantarle «mi burrito sabanero va camino de Moral» –que es el pueblo con bar más próximo al nuestro–. Desear que Olaf se derrita. Asegurarme de que el camello llega cargado con todo lo deseado. Maldecir la fruta escarchada. Comer el equivalente a dos vueltas al mundo en porciones de roscón de reyes. Por supuesto, amañar el regalo y el haba de cada roscón que encuentre (y esto lo escribo con risa de maniaco que aspira a dominar el mundo). Hacerle la maniobra de Heimlich a uno de los comensales atragantado con una peladilla, que saldrá despedida e irá a caer en el cava de otro comensal que, descuidado, beberá de la copa y también lo tendré que salvar, por lo que me darán una Medalla al Mérito Ciudadano y una caja de bolsas de peladillas, que rechazaré en pos de la lucha contra la asfixia por atragantamiento. Ir al monte el día 1 de enero para empezar el año próximo como seguramente acabe el presente, con los pies en el barro. Buscar alguna estrella que me guíe hasta el portal. Estrenar calcetines de lana de oveja merina sudada en la trashumancia el día 7 de enero. Cantar ‘Los peces en el río’ sustituyendo cualquier forma del verbo beber por la acción que denota. Tratar de superar mi récord de casi un minuto chuflando con el matasuegras –parece poco, pero se puede llegar a hacer una eternidad; Prueben, prueben–. Aprovechar la señal internacional online para ver las campanadas de Moscú, Madrid y Setúbal. Ponderar la salud el próximo miércoles. En definitiva, unas navidades dentro de la normalidad.