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Miremos por la ciudad del futuro

22/07/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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En la época de desarrollo de los sesenta y parte de los setenta del pasado siglo sucedió en muchas ciudades con patrimonio histórico (y no solo en ellas) un deterioro de su fisonomía y una excesiva concentración de la población en determinados núcleos con traza medieval, o incluso más antigua. Grandes moles se alzan junto a edificios de dos o tres plantas, construidos con materiales como el ladrillo aplantillado, y un diseño que había perdurado con cierta uniformidad. Casas emblemáticas y señoriales, santo y seña de la burguesía local de finales del XIX y primeras décadas del siglo siguiente, incluso anteriores, fueron arrumbadas en favor de aglomeraciones sin más sustancia que la especulación; igual suerte ha corrido gran parte de la antigua arquitectura industrial. En algunas plazas mayores de España, junto a edificaciones de dos o tres plantas, se enseñorean uno o varios edificios de bastantes alturas que han destrozado la antigua armonía.

Nuestra democracia trajo consigo una nueva concepción de la ciudad, un control del desarrollismo especulativo, una consideración de las calles y las plazas como espacio de estancia y convivencia, con sus áreas verdes y zonas peatonales. Nuevos planes urbanísticos, auspiciados por los ayuntamientos, con la protección integral, estructural o ambiental de edificios, pusieron freno a tanta desmesura; e hicieron valer, sin la debida firmeza siempre, cierto es, una disciplina urbanística. Astorga bien podría ser, en este aspecto, ejemplo de un cambio esencial, no solo en la superficie sino también en sus entrañas subterráneas. Aunque parte de sus restos arqueológicos, a la hora de construir un nuevo inmueble, fueron arrojados a las escombreras, cercano el segundo quinquenio de los pasados años 80 se puso coto a este desmán, no sin dificultades, de suerte que hoy cuenta con el patrimonio romano, musealizado, más importante del noroeste peninsular. Igual proceder fue el de otras ciudades de singular riqueza monumental.

Es el urbanismo el área de competencia municipal y reglamentación autonómica donde más se puede apreciar la independencia y altura de miras de un gobierno local. Las nuevas normativas, emanadas de los gobiernos de la nación, y de los entes regionales, han ido propiciando una calidad cada vez mayor en la edificación, tanto en sus características propias como en su inmediato entorno. Y distintos grupos políticos municipales pueden hoy en día compartir un diseño y concepción de la ciudad. No obstante, el desentendimiento, planes urbanísticos obsoletos, catalogación de edificios desfasada, pueden conllevar a desaguisados como el sucedido recientemente en Madrid con el antiguo Convento de las Damas Apostólicas, diseño del arquitecto Críspulo Moro. Ha sido en este caso el clamor ciudadano el que ha empujado al gobierno autonómico a paralizar el proceso de derribo de un edificio característico del urbanismo madrileño de las primeras décadas del pasado siglo. Mas, dado el descuido municipal en su catalogación, el pleito podrá ser ejercitado.

Pese a carencias, no hay duda de que en la conservación del patrimonio, en la propia consideración del hábitat urbano, con los comicios democráticos hemos avanzado mucho. Se ha de apreciar, no obstante, que a las ciudades con relevantes bienes religiosos se les avecina un reto mayor; porque, de no encontrar alternativas, puede verse alterada, negativamente, su fisonomía urbana. La razón es que gran parte de los conventos, monasterios, hoy están habitados por un clero regular en la ancianidad y con escasas perspectivas de nuevos ingresos. Estos inmuebles, con su valor histórico y religioso, también por su inmediato entorno, con sus zonas de cultivo o esparcimiento, son verdaderos pulmones en el corazón de las ciudades; su ruina o derribo ocasionarían un franco deterioro de manzanas históricas. No son estos los únicos edificios que «imprimen carácter» a un pueblo o ciudad; otras construcciones civiles presentan sumo interés, incluso aquellas que sin un valor arquitectónico notable han sido la morada de ciudadanos destacados, a los que se les ha de honrar, en su propia casa, con la exposición de su patrimonio, sea pictórico, literario, o de otras artes y ciencias. Si para los ya derribados no hay solución, conservar los que permanecen, y son de interés para la memoria y futuro de la vecindad, es un reto ineludible.

Los ayuntamientos carecen de recursos para dar solución a asuntos de tanto interés como los aquí señalados. La segunda descentralización con su correspondiente participación en los tributos estatales, la que atañe a los municipios, tanto tiempo proclamada, no ha llegado, ni parece próxima, dada la situación política de España, con los dos partidos principales ajenos, como en tiempos pasados y con las negativas consecuencias ahora sobrevenidas, a entenderse en lo fundamental. Pero los gobernantes municipales han de ser previsores, no cegarse con una visión inmediata y rentable de su gestión: a ellos corresponde batallar por la pervivencia de la esencia de los pueblos y las ciudades.
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