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Mirar para otro lado

09/07/2022
 Actualizado a 09/07/2022
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Ojeábamos las noticias digitales. La muchacha yacía recostada descansando el peso sobre su brazo derecho, las piernas flexionadas, mientras con el índice de su mano izquierda deslizaba las imágenes delatoras de la pantalla acumuladas en el repositorio infinito de la red social. Le comenté la última gesta de nuestro héroe deportivo. Ella, con un inconsciente gesto descuidado dejó escapar un cansino ¡ay, qué pesado Nadal!

Por más que intentaba hacerle entrar en razón sobre la gesta deportiva y humana de un tipo de 36 años que, cosido de lesiones de todos los tamaños y colores, ha sido capaz de imponerse ante un chaval de 24 años, me resultó imposible.

Mira que le expliqué la capacidad de adaptación del mallorquín que hubo de cambiar su forma de juego, desde el fondo y prescindiendo del servicio, y aguantando el tirón de los dolores abdominales durante más de cuatro horas. Pero a la joven no parecía importarle nada más allá de los personajes de la pantalla. Esos eran sus héroes influenciadores.

Mientras escuchaba a la muchacha lamentarse de lo tedioso que le resultaban las remontadas de Rafa, me preguntaba por qué no le resultaban igualmente tediosas todas esas acarameladas fotografías ‘instagrameras’ de las vacaciones estandarizadas. Tanto efebo y efebo con el cabello enredado al viento sonriendo blanquecinamente en un marco marino o degustando un rebosante plato de fritos de calamares rizados.

Tampoco pareció llamarle la atención que todo un ganador de 22 ‘grand slam’ por multitudes y aclamado por públicos de todo el mundo, haya tenido la humildad de agacharse a atarle los cordones del zapato a su médico mientras este le daba las últimas recomendaciones en la pista de juego. Esa humildad de los verdaderamente grandes de la que tanto habría que aprender. Pero nada de Nadal. A ella nada de nada, más allá de la masa de imágenes coloridas que emanaban de su pantalla.

Luego le tocó el turno a una nueva noticia, esta vez solidaria y local, sobre el Ayuntamiento de Valdepiélago, la hermosa localidad del valle del Curueño que ha decidido donar a Cáritas los 25.000 euros del presupuesto destinado a sus fiestas para los afectados por la guerra de Ucrania. El acuerdo fue tomado por la corporación en una sesión plenaria celebrada en el Ayuntamiento en la que también se acordó donar las asignaciones que perciben los concejales por la asistencia a los Plenos en el presente ejercicio, a razón de diez euros por sesión.

«Todo el pueblo está de acuerdo con la decisión, ya el año que viene celebraremos las fiestas como se merece, este año toca ayudar, no podemos mirar para otro lado con lo que está ocurriendo en este país, y con las necesidades que tiene esta gente», declaraba su alcalde, Julio González.

Se lo comenté a la muchacha: «pues a mí no me parece bien que dejen a la gente sin fiestas después de dos años sin ellas». Y siguió abstraída, a lo suyo.

Hermosa niña de dedos inquietos que consumes vidas ajenas. Me temo que quizá, ambas formemos parte de una sociedad que ha interiorizado lo increíblemente tranquilizador que resulta el practicado deporte de mirar para otro lado.
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