Mirar hacia otro lado

La apertura de un nuevo tramo de la autovía que debiera comunicar, desde hace décadas, nuestra capital con Valladolid, es recibida con alharacas por las autoridades. Se felicitan como si cumplir con lo pactado, tras años y años de retraso, tuviera mayor mérito que el derivado de hacer lo que se debe.

En esta tierra lo apostamos todo a las grandes infraestructuras. Nos preocupan autovías, autopistas y vías de AVE que nos invitan a marcharse pero no a volver, pero seguimos sin saber qué hacer con los inmensos túneles que desaguan y roban el agua de nuestras montañas. Fabricamos edificios inteligentes sin gente inteligente que los ocupe, nos construyen equipamientos de gestión para lo que nunca nos dejarán que gestionemos nosotros, nos hacen centros de visitantes sin atraer público para que los visite, sin explicar a todo el mundo que nosotros también somos picoeuropeanos, que tenemos territorios ambientalmente sobresalientes que nadie publicita, algunas grandes joyas botánicas y zoológicas envidiadas en Europa pero que no nos preocupa en absoluto su deterioro constante. Mientras tanto seguiremos olvidándonos de lo realmente importante. Durante el verano se cerrarán plantas o camas de hospital, se dejarán consultorios médicos sin atención continuada, o simplemente sin atención. Queda terminantemente prohibido por la autoridad competente enfermar en verano, no se puede tener malestar más que a las horas estrictamente determinadas por el horario del personal autorizado. Llegará septiembre y veremos nuevamente como se cierran aulas en pueblos aquejados de la carcoma despoblacional, mientras que en igual o mayor número se le concederán aulas nuevas a colegios de ciudad regentados siempre por el mismo tipo de confesionalidad, que ve en la educación un negocio.

Llegarán las urracas trajeadas a pedir nuevos tramos de carreteras, nuevas licencias ambientales para explotar todo olvidando pronto su obligación de restaurar, pero en ese momento, nosotros, estaremos ya mirando para otro lado.