10/05/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Somos tan tontos que mientras quienes nos gobiernan nos roban el presente y el futuro, lo que de verdad parece preocupar, es a quien le robaron más en un maldito partido jugado por multimillonarios becerros de oro idolatrados, vestidos con calzón corto y pelota al pie, que cuando mueven su cola el pueblo rebuzna.

Mientras el ‘beatle berlinés’ actúa cuál caudillo moscovita, cómo si su palabra brotara de zarza divina que arrojara luz al quemarse sobre el desierto de crítica en su tierra, mientras él y sus secuaces ocupan páginas y horas en la atención noticiera que preocupa a tantos, por un lado a los suyos quienes actúan cuál secta en contraposición a quienes sectariamente, también, no admiten ni la más mínima discrepancia amparándose en el gran pensamiento filosófico de esto se hace así porque siempre se ha hecho así y nunca se ha cambiado, aunque se sepa que ese nunca al que aluden tenga apenas unos pocos cientos de años. Si por ellos fuera, unos y otros, aun seguirían siendo hermanos que se despedazan, cual alegoría pictórica, por ver quien aprovecha las migas que caen de la mesa del poder.

Mientras tanto, la que debiera ser la gran noticia de la semana, del mes, del año, ha quedado relegada a unos pocos minutos, unas pocas líneas, unos mínimos comentarios y una casi nula atención ciudadana. Esa noticia es una buena sentencia judicial. No sean ustedes mal pensados, no hablo de la justicia española sino de la griega, la que con intelectualidad aristotélica han dicho que salvar vidas no es delito, que no lo es ayudar a quien nada posee y que lo arriesga todo, a quién se juega su vida para buscar un futuro y una esperanza lejos de su hogar. Que no es delito dar la mano a esos a los que ya no les queda ni un aliento para sobrevivir a la explotación de los países, de los traficantes, de los asesinos (con fusiles o con estilográficas con plumín de oro).

Ayudar a vivir es dignidad, igual que lo es ayudar a morir a quien ya no quiere seguir viviendo, porque ya no puede sufrir más.
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