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Miopía emocional

16/05/2021
 Actualizado a 16/05/2021
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Las llamas invaden diferentes localizaciones del mundo y parece no importarle a nadie. Muchos nos enteramos por redes sociales de la represión militar de las protestas en Colombia o de los ataques israelíes a la población palestina en Gaza. De hecho, como sucede en muchas situaciones de opresión, numerosos medios de comunicación tradicionales están planteando ambas realidades como un simple conflicto entre dos partes. Y, como también suele ocurrir, la realidad dista mucho de aquello que se nos muestra.

Mientras que el ejército colombiano estaba disparando contra la población de su país, aquí estábamos contando los días para que levantaran el estado de alarma y exigíamos una libertad que, en comparación, teníamos de sobra. A otros tantos kilómetros hacia el este, los ciudadanos palestinos están siendo bombardeados y asesinados una vez más, pero parece mejor crear controversia al igualar las acciones de ambos bandos, aunque se trate de la opresión de unos sobre otros. El mundo está en llamas y miles de civiles están siendo asesinados, pero el resto de países, aún teniendo herramientas jurídicas e institucionales para intervenir, han decidido no hacerlo.

Ochenta y cinco niñas afganas fueron asesinadas en Kabul cuando un coche bomba explosionó junto a su escuela el pasado ocho de mayo. Si esto hubiera sucedido en occidente, habría saltado la noticia a las pocas horas, quizá minutos, de ocurrir. Sin embargo, han sido necesarios varios días para que los medios se hagan eco de ello aquí. Somos muchos quienes condenamos estos actos terroristas, incluida la ONU. Y ya. Tampoco ha hecho más. No vaya a ser que la organización internacional más importante a nivel mundial, con competencias en materia de seguridad y derechos humanos, haga algo por reducir e, incluso, poner fin a estas situaciones.

A todos nos duele más lo que sucede a nuestro lado que lo que ocurre a miles de kilómetros, pero jamás se nos debería olvidar que todas las vidas valen lo mismo. Y si, aun así, nos sigue pareciendo más importante el corte de pelo de Pablo Iglesias que el asesinato de civiles, es hora de revisar nuestros valores y principios como sociedad.
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