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Milenials de otro milenio

10/11/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Por los pelos, soy milenial. Sin etiquetas de todo tipo no eres nada hoy en día, así que me han dicho que soy#milenial porque nací en 1980, y nada, así ya tengo otra etiqueta más.

Soy milenial porque me aprendí unas cuantas artimañas de McGiver para cuando me quede encerrada en una cueva con explosivos y sensores de movimiento; y me tocó en pleno despliegue dehambre de mundo aquel cambio de milenio que iba a acabar con todo.

Guardé en disquetes que aún eran blandos mis primeras cartas de amor y mis primeros relatos para concursos de redacción. Nunca me atreví a enviar ni las unas ni los otros.Luego los guardéen disquetes duros. Alguno, en uno de aquellos minidisc. Acabé hasta el gorro de traspasar a mis nuevos ordenadores, a cedés y a pinchos USB lo poco que me parecía rescatable. Y entoncesempezaron a imponerse los chats, los blogs, las redes sociales, las tablets y ordenadores sin rendijas. Así que, por un lado estoy hasta el gorro de ser milenial, pero por otro, quizá puedo estar orgullosa de sobrevivir a todo eso y me haya inmunizado contra el miedo a futuros inventos.

Creo que ninguna de mis cartas ni de mis relatos de adolescencia sobreviven. Ahora almaceno en la nube reflexiones más maduras, o no tanto. Ideas, deseos, confesiones y opiniones de las que si me muerdo la lengua me enveneno, que sigo sin aventurarme a soltar a sus destinatarios, pero que salen como manantiales cuando mis dedos se pelean contra las teclas.

Hace falta que llueva, pero si algún día se descarga mi nube, espero que no haga tanto estrago como las heladas y las sequías de este año a nuestro campo. Mi intención es dejarlotodo ahí guardado para cuando vengan los alienígenas a conquistarnos. Los veo ahí, con caras raras, intentando interpretar a la generación milenial a través de mis textos, quedándose a medias, como los investigadores de la escritura‘LinealA’ de los minoicos, que ya quizá, como milenials de su época, también se habían cansado de cambiar sus cartas de soporte y se hacían preguntas como las mías sobre las estupideces de sus gobernantes, el zoquetismo y la falta de civismo de parte de sus convecinos o la jeta suprema de los pseudointelectuales del momento. Mientras, quizá también grababan en sus redes sociales de piedra y tablilla imágenes de gatitos, noches de fiesta y paisajes idílicos para no levantar sospechas sobre sus tormentas mentales y la acidez de cerebro que les estaba provocando el masticarse tanto su prudencia.
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