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Mil y un Fáfilas

30/05/2022
 Actualizado a 30/05/2022
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En un oasis. Así se siente uno mientras ve como la loma alterna el negro con el color de las chispas que se despeinan en un cielo de cereal y polvo. Un oasis en el que no se yergue exótica una palmera, sino que ondea –no sin cierto exotismo– una bandera de España que también es veleta sobre los tejados de todo un pueblo. Salvado por el banco que da descanso al que corona la cuesta, esperando que en el valle aparezca el refugio que cobije al descarriado. Las casas aparecen con sus fiestas que son persas de puro ensueño, truco y sortilegio de un ‘ifrit’ que embelesa al forastero con sabores y sonidos de las noches memorables. Con leyendas que dan motivos a los vecinos para ilustrar tanto al que llega vagando como al que llega buscando. Uno se siente irreal, etéreo, cuando ve que un pueblo donde duermen menos de 15 vecinos olvida el sueño por un día y en el final de mayo espera el alba hermanado y con grandes sonrisas en la cara.

Que muy bonito y épico todo lo anterior, pero no es para menos, cuando, insisto, en un pueblo de menos de 15 vecinos se pueden escuchar en plena madrugada mariana la voz que ha pasado por la voz de Elvis, la que pasa por Alicia Keys, con coros que no desmerecen y anticipan un tributo a la música española que no es foro sino oferta. Con un pregón que estremece, arropa y otorga motivos a la comunidad para perseverar en la batalla contra el olvido. Unas lágrimas que se enjugan con las mil campanas de una charanga de renombre nacional: ‘Pasodoble’.Pero sin apologías, que el jamón sabe aun más a bellota que a cuchillo. Y con las sorpresas del azar de un bingo que hace a todos un poco más afortunados. Sin letras gordas, más finas aún que las de esta columna, pero con recuerdos horadados en la piedra por los ríos que suda un pedáneo que en pleno secano se desvive porque esa noche –y tantas otras– no falte de beber ni a propios ni a extraños. Y no es un pasaje de ‘Las mil y una noches’. Es Fáfilas.
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