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Miguel Hernández ‘in aeternum’

27/12/2020
 Actualizado a 27/12/2020
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Las dificultades que durante décadas sufrió la difusión de la obra de Miguel Hernández justifica que se le rinda merecido homenaje cuando se cumple el 110 aniversario de su nacimiento. De los miles de versos de diferentes poetas que han pasado ante mi vista, confieso que, aunque muchos de ellos me han llegado a emocionar, tan sólo los contenidos en la ‘Elegía a Ramón Sijé’, del poeta nacido en Orihuela, han sido los únicos que han arrancado lágrimas de mis ojos.

«Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas». Son éstos los primeros versos de la referida elegía compuesta por «alumno de bolsillo pobre», como le tildaba José María Gutiérrez ‘Ramón Sijé’, un entrañable amigo de escuela, de acomodada familia oriolana, fallecido tempranamente. En estos primeros versos, contenidos en su libro ‘El rayo que no cesa’ (1934-1935), se refleja su primaria condición de zagal de pastoreo y estrecha relación con la naturaleza, cultivando el romero y la pobreza, huella imborrable en sus poemas.

«Tanto dolor se agolpa en mi costado / que por dolor me duele hasta el aliento.... / No hay extensión más grande que mi herida / lloro mi desventura y sus conjuntos / y siento más tu muerte que mi vida». Aparte de mi afección personal, ¿hay, objetivamente, versos más conmovedores y hermosos como reflejo de dolor por la pérdida de un ‘compañero del alma’ con quien tanto quería? Sufrimiento acrecentado quizá con algún remordimiento por las diferencias ideológicas que entre ambos amigos habían surgido. La elegía continúa con versos sublimes por estar cargados de amor y humanidad: «Quiero escarbar la tierra con los dientes, / quiero apartar la tierra parte a parte / a dentelladas secas y calientes.... / Temprano levantó la muerte el velo, / temprano madrugó la madrugada, / temprano estás rodando por el suelo».

Con motivo delhomenaje que recibió en Alicante en 1937 dijo el poeta: «Vivo para exaltar los valores puros del pueblo y, a su lado, estoy tan dispuesto a vivir como a morir». Y murió en la madrugada del 28 de marzo de1942, después de tres años de persecuciones y cárceles a los 32 años de edad. Y como el propio dejó escrito: «Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas».

La muerte le impidió a Miguel Hernández ver la infamia a su poemario acabado en abril de 1939 (‘El hombre acecha’), donde el poeta presiente ya la derrota republicana. Una comisión depuradora franquista presidida por Joaquín Entrambasaguas ordenó la destrucción de se cree una tirada de 50.000 ejemplares, pero el salvamento de dos de ellos permitirá editar el libro en 1981.

Entrambasaguas es el mismo personaje que ocupaba una cátedra de Literatura en la Universidad de Murcia, al que seguramente se refiere María Zambrano («Los intelectuales en el drama de España»). En una conferencia ante alumnos de segunda enseñanza, el docente de Murcia arremetió contra los escritores de la llamada «generación del 98», diciendo a los muchachos que tenían que odiar y barrer por antinacionales y antipatriotas a todos los intelectuales de esa generación y a quienes les seguían. María Zambrano se indignó y preguntó al joven compañero que cómo podía decir eso. La contestación fue aún peor que lo dicho en la conferencia. Vio tal odio en su voz que se retiró llena de amargura, pensando en que ese odio injusto sería vertido por docenas de años sobre el alma de los alumnos universitarios que tuvieran la desgracia de asistir a las clases de tan infausto colega.
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