Miguel Ángel Recio: "Lo importante para mí era apoyar lo que hacían otros"

El ex director general del Inaem y de Bellas Artes se inicia en el mundo editorial con la novela histórica ‘La oficina de la cuarta planta’, que presentará el próximo 28 de septiembre en la sala Eutherpe

Joaquín Revuelta
18/09/2018
 Actualizado a 16/09/2019
Margarita Morais, Miguel Ángel Recio y Esther Viñuelas en la presentación del proyecto ‘MusaE. Música en los Museos Estatales’ en 2016. | DANIEL MARtÍN
Margarita Morais, Miguel Ángel Recio y Esther Viñuelas en la presentación del proyecto ‘MusaE. Música en los Museos Estatales’ en 2016. | DANIEL MARtÍN
El escritor de origen cántabro Miguel Ángel Recio presentará el próximo 28 de septiembre a las 19:00 horas en la sala Eutherpe su primera incursión en el mundo editorial, la novela histórica ‘La oficina de la cuarta planta’ (Incipit Editores), donde estará acompañado por Gregorio Fernández Castañón, Aurelio Martínez Seco, Fátima Ramos, Álvaro Martín del Burgo y Belén Martín-Granizo.

– Hasta ahora le conocíamos más por su labor como gestor cultural en instituciones como el Museo Thyssen-Bornemisza, el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem) y al frente de Bellas Artes, Bienes Culturales y Archivos y Bibliotecas. Desconocíamos esa faceta de escritor que ahora revela con su primera novela, ‘La oficina de la cuarta planta’. ¿Cómo ha sido realmente su relación con la literatura?
– Yo llevo escribiendo, aunque de forma íntima, toda la vida. El otro día recordaba cómo mi primer intento de acercarme al mundo de la publicación fue durante la universidad, en Salamanca, donde escribí un artículo en una revista de la facultad. En realidad era un artículo que se titulaba ‘En la Plaza Mayor’, en el que lo que pretendía era hacer una reflexión personal. Entonces ya vi que quería escribir. No sabía muy bien cómo iba a acabar todo aquello, pero de lo que sí me he dado cuenta es de que el mundo de las artes y el mundo de la cultura en el que he estado inmerso tantos años lo que te permite es acercarte aún más a los creadores, a los artistas, y comprender que son personas humanas, como todos, que tienen una genialidad y que uno puede hacer con esfuerzo algo cercano a lo que ve, por lo tanto se atreve. No digo que uno quiera ser un genio sino que se atreve a mostrar su intimidad. Y así es como surgió primero un libro de relatos que publiqué en el año 2016 en edición no venal. Hice 300 ejemplares y gustó a muchos amigos. Esto me animó a acometer una novela que fuera homenaje a la vez, porque la novela pretende ser un homenaje, y por lo tanto cuando me puse a escribir salió todo. Y así surgió ‘La oficina de la cuarta planta’ (Incipit Editores), una novela que no es pequeña pues comprende 356 páginas.

– Además, tengo que entendido que los acontecimientos que se describen abarcan un periodo de tiempo muy largo que va desde finales del siglo XIX hasta los años 80 del siglo pasado. ¿Es complicado estructurar una novela con esa dimensión temporal?
– Justamente ayuda a los tiempos. Uno va siguiendo la vida de un personaje, pero lo combino con momentos históricos, y por lo tanto ayuda mucho en los tiempos. De hecho, yo me hacía un croquis con los acontecimientos históricos que quería narrar y con las edades que le correspondía a mi personaje. Incluso, en un momento hice un paralelismo de una agenda histórica y de una agenda de la novela.

– Me comentaba anteriormente que la novela estaba planteada como un homenaje. No sé si tiene connotaciones muy personales, si en realidad está hablando de sus ancestros. ¿Qué puede decirme al respecto?– En mi caso tenía claras dos cosas que quería hacer. Por una parte quería narrar algo que para mí fue un descubrimiento, el Archivo de la oficina procautivos del Palacio Real, y por tanto ahí quería situar el principal de la novela, porque me parecía emocionante y porque ha sido una labor de Alfonso XIII dedicado a lo que fue el inicio de la futura Cruz Roja, una labor que hizo para los dos bandos de la Primera Guerra Mundial, que se le reconoció en Francia y en Bélgica pero no tanto en España y en otros países. Por lo tanto quería situar ahí la parte histórica. Pero a la vez, es verdad que está lleno de homenajes porque hay muchos personajes que en efecto son personas a las que yo he tratado, con las que he trabajado, y que de alguna manera quería que quedaran plasmados, aunque con nombres ficticios, a modo de homenaje de algunas cosas que para mí han sido importantes. No tanto los abuelos, curiosamente, porque mis dos abuelos no coinciden con los personajes de la novela, pero sí los contextos, como es el caso de Salientes, que es el pueblo real de mis abuelos en León, o del Palacio Real, donde yo trabajé más de ocho años, incluso hay un personaje que podía haber sido de cualquier otra ciudad pero hago que sea de Salamanca, donde yo estudié en la universidad. Por lo tanto hay homenajes y reflejos de mi propia vida. – También aborda el tema del traslado de obras de arte durante la Guerra Civil, donde se refleja ese vínculo que ha tenido con el mundo del arte tras su paso por el Museo Thyssen o la Dirección General de Bellas Artes. – Por supuesto. Ese es el segundo momento histórico que también quería reflejar. No quería hacer una novela sobre la Guerra Civil, pues hay cientos de ellas escritas y muy buenas. Pero en cambio no es tan conocido lo que se produjo en el traslado de las obras del Museo del Prado. Y es impresionante. Además, cuando uno ve fotografías y documentos históricos de cómo se llevaban los cuadros hoy los conservadores se pondrían muy nerviosos. De hecho no permitirían que viajaran en aquellas condiciones. – ¿ De qué manera ha influido su etapa como gestor cultural tanto en instituciones públicas como privadas en esta labor de escritor mucho más callada y solitaria. Considera que era el momento de abordarla? – La disponibilidad de tiempo me ha ayudado. Esto habría sido imposible de hacer manteniendo el nivel de las direcciones generales en las que he estado. Realizar esta tarea hubiera sido imposible. Lo que antes eran muchas tardes y noches en las que iba a espectáculos y conciertos pues lo he dedicado más a estar en casa y a escribir, que me apasiona porque es como mantener una doble vida, es como refugiarse en otro mundo y recrearse en él. En realidad este último año ha sido muy intenso, donde he podido escribir y realizar un máster de los de verdad. – ¿Podría profundizar en los dos personajes que vertebran la novela? – El libro está contado por el nieto, que quiere rendir tributo a sus abuelos. Muchas personas que han leído el libro han agradecido ese concepto de familia, de tributo y reconocimiento a unos abuelos cuya influencia ha sido determinante en nuestra vida. Los dos abuelos de la novela son muy diferentes. Uno es más calmado, sosegado, vida urbana, encerrado, el otro es un hombre temperamental, de pueblo, con energía, que quiere rebelarse ante las injusticias. Y en ese contraste van surgiendo acontecimientos, entre ellos unas monedas de oro escondidas y que ayudan un poquito a mantener la tensión hasta el final de la novela. – ¿Hay plano ideológico o de pensamiento político en la configuración de las personalidades de los abuelos?
– No. Lo que sí hay son reflexiones sobre el mundo en el que viven. Y en algún momento sí se revelan sentimientos y aversiones, pero no contra la política en particular. No hay ningún reflejo ni hacia la época de la dictadura ni hacia la época de la democracia. Quizás haya un reconocimiento de la monarquía, eso sí. Uno de los personajes trabaja en el Palacio Real, coincide con Alfonso XIII y existe una especie de admiración juvenil de este personaje hacia la figura del monarca.

– Haciendo un poco de balance de su paso por la gestión cultural, en ocasiones estrechamente vinculada a la política. ¿Está satisfecho de la gestión realizada o impera más bien un sentimiento agridulce por proyectos que no han podido ver la luz o que ahora pueden llegar a ser cuestionados por parte de otros gestores?
– Bueno, han sido muchos años porque también considero la época del Palacio Real, que fueron ocho años, los tres años en el Museo Thyssen... Han sido muchos años en la gestión cultural. De hecho sigo vinculado al mundo cultural a través de alguna fundación. No he dejado ese mundo completamente, ni mucho menos. Pero como funcionario he vuelto a un puesto de la Administración que es el que me permite comer, evidentemente. Respecto a mi paso por esas direcciones generales primero diría que ha estado lleno de emociones, pues considero que son las dos direcciones generales más bonitas que pueda haber en toda la Administración del Estado; lleno de actividades, lleno de personas con una vocación enorme, donde lo importante para mí era apoyar lo que hacían otros. Apoyar el entusiasmo de los creadores, apoyar el de los programadores. Eso ha sido la mitad de mi trabajo y espero que ellos se hayan sentido respaldados en lo que podía ser su interlocución hacia la Administración, hacia Hacienda, hacia Presidencia o hacia los ministerios. Luego, es verdad que uno tiene capacidad de impulsar proyectos, y haber mantenido todo eso en un momento de recortes presupuestarios tan fuertes, bueno para mí ha sido todo un logro. Me siento satisfecho de que lo que parecía en el principio de la legislatura, con la crisis que había en España, con todos los problemas económicos existentes, que todo se iba al garete, sin embargo hemos mantenido el nivel cultural y el nivel de creación con todas esas limitaciones. A veces incluso las limitaciones ayudan a los creadores a tener más ideas. Y me siento satisfecho de programas que son fruto de la combinación de algo que era propio de una dirección general como el Inaem, en concreto la música, y la de Bellas Artes, que es el caso de los museos, en un proyecto como MusaE, que ha salido muy bien y el siguiente gobierno siguió manteniendo y este también parece que lo está haciendo. Son proyectos que uno desea que continúen por el bien de la cultura.

– ¿Qué puede adelantarnos de la novela que acaba de terminar y que ignoro si será muy diferente de ‘La oficina de la cuarta planta’ que en breves fechas va a presentar en León?
– En realidad es muy diferente. La he terminado antes del verano y a la editora le ha gustado mucho. Vamos a esperar a terminar ‘La oficina de la cuarta planta’ y pasaremos a esta otra. La acción transcurre en el momento presente, las protagonistas son dos chicas jóvenes y el sentimiento que se quiere reflejar en este caso es el de la amistad. El contexto en el que se produce, aunque sea adelantar un poquito de la trama, está en relación con algo tan de actualidad como podría ser el terrorismo yihadista. Hay un personaje que acaba en Siria, pero no quiero desvelar demasiado de la novela. Eso sí, es más juvenil, más de actualidad y algo más breve también que su predecesora.
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