Miedo y asco en Iveco

Por Sofía Morán de Paz

Sofía Morán de Paz
02/06/2019
 Actualizado a 15/09/2019
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WhatsApp, Instagram, Facebook, Tinder… Vivimos en la era de Internet, las aplicaciones, las redes sociales y la mensajería instantánea. El mundo entero a un clic de distancia. ¿Qué tiempo hará en Málaga este fin de semana? Clic. ¿Cuánto dinero me queda en la cuenta corriente? Clic. ¡Necesito un vestido de Amancio para el viernes! Clic. ¿Qué coño ha pasado con la mesa 7-5B del colegio de las Pastorinas? Clic. Clic. Clic.

El Smartphone siempre a mano, para todo y para todos. Las cosas cambian, y cambian rápido, la forma en la que nos relacionamos con los demás, también. Y todo ello se hace especialmente evidente cuando hablamos de los más jóvenes.

Un 76% de los chicos y chicas de entre 11 y 14 años ya usa WhatsApp, según un estudio del Centro de Seguridad Protégeles.

Y según datos de la Universidad de La Rioja, el 21% de los adolescentes han recibido algún tipo de petición para enviar una imagen suya comprometida. A medida que se incrementa la edad de los jóvenes, aumenta también el número de proposiciones.

La falsa sensación de intimidad o anonimato, unido al calor del momento, nos puede hacer perder de vista la realidad. En esta nueva vida tecnológica que llevamos, las redes sociales son armas de distribución masiva, y una vez que hacemos clic, perdemos el control de nuestras fotos, y nuestros vídeos, poniendo nuestra intimidad en circulación.
La tecnología va más rápido de lo que cualquiera de nosotros podemos asumir, no sólo hablamos, conocemos gente y cotilleamos, las relaciones sentimentales se inician muchas veces a través del móvil, aplicaciones para ligar, sexting, cibersexo, ghosting, rutpuras por WhasApp, pornovenganzas y un sin fin de circunstancias para las que la mayoría de las veces no estamos preparados.

El pasado fin de semana se quitaba la vida Verónica, una mujer de 32 años, trabajadora de la empresa Iveco, casada y madre de 2 niños pequeños, después de que un vídeo de carácter sexual, que ella misma grabó hace 5 años para enviárselo al que entonces era su pareja, se filtrara en un grupo de WhatsApp de varios compañeros de trabajo, y de ahí, hasta el infinito y más allá.

Verónica llevaba un mes soportando humillaciones, comentarios de todo tipo; risas, acoso, trabajadores que se presentaban en su puesto de trabajo para verla en persona y comprobar de quién se trataba.

Por si alguien aún tiene dudas, les diré que Verónica era la víctima, no la culpable. Ella se grabó, y decidió enviar ese vídeo a su pareja de entonces, a quien conocía y en quien confiaba. Es la persona que decide difundir o ceder a terceros imágenes o grabaciones sin autorización, la que está cometiendo un delito. Esa es la inmoral, a la que habría que señalar, y repudiar. No a Verónica. Y esto es algo que todos deberíamos tener meridianamente claro.

Verónica aguantó un mes. Un mes deseando que la bola no creciera, que el asunto se olvidara cuanto antes. Insoportable debió ser su angustia, la vergüenza y el miedo.

Hay quien se siente muy ofendido porque en todo esto se hable de machismo, y alegan que otras mujeres, compañeras de Iveco, también difundieron ese vídeo. No se deben haber enterado aún, que hay mujeres más machistas y más cabronas que cualquier madrasta de Disney. Pero díganme, ¿qué creen que hubiera pasado si el protagonista del vídeo, hubiera sido un hombre? ¿Difusión masiva por la empresa? No, que va. La cosa no hubiera pasado de unas cuantas risas en el grupo de amigos. Somos las mujeres, aún hoy, las que debemos dar explicaciones y sentir vergüenza por nuestra sexualidad.

Explicaba esta semana Javier Jiménez, presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio, al periódico El Mundo que «trato en consulta a mujeres adultas o a madres de adolescentes que se han querido suicidar, y hay una idea íntima que es la de que el vídeo que se difunde las convierte en unas guarras, que las estigmatiza a ellas y a sus familias, y que ese dolor va a durar toda la vida. Yo no entiendo cómo se puede ser tan canalla de difundir un vídeo íntimo de otra persona que no está haciendo nada malo».

Yo, tampoco lo entiendo.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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