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Miedo interoceptivo

09/01/2022
 Actualizado a 09/01/2022
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Con la tercera dosis recién puesta y el apaleamiento general por bandera sensorial, me acuerdo del sentido interoceptivo, la conciencia del funcionamiento corporal que condiciona las emociones. Una facultad poco apreciada, sobre todo por aquellos que conducen ocho horas del tirón sin amago de lumbago y nunca han tenido ni gases ni una ampolla.

Como que mi cuerpo últimamente esté revoltoso me afecta al humor (tal cual la teoría sobre el sentido interoceptivo) tomé cartas en el asunto para aliviarme de uno de los males. Tras semanas con tortícolis y fracasando en el intento de solucionarla calzando la almohada con todos los paños de cocina del ajuar, cogí cita con una fisio. Le dije que me dolía el cuello de una mala postura. Me estudió por encima y empezó a masajear la espalda, los cinco minutos iniciales callada mientras mi mente se entretenía dirimiendo si primero ver la exposición de Bowie en el ILC o la de Víctor Moscoso en el Musac.

Al poco, siento que la tía salta a una zona distante de la cervical y simultáneamente arranca a hablar, neutralizando la posibilidad de objeción por mi parte. Se explayaba con las fascias y con no sé qué más. Sin que yo haya abierto aún la boca, empieza a tantearme varias vértebras y se centra en movilizarme una, lo cual me tranquiliza porque pienso que tiene pinta de haber vuelto a por el objetivo inicial. Le concedo de nuevo la presunción de efectividad. Pero es un espejismo, porque al momento recupera su natural charlatán. Escoge ahora arrearle a los médicos (sabe lo que hace la populista de ella, porque eso nos gusta a todos y está ganado a pulso, raro es el doctor que te arregla a la primera). Cuestiona por qué se mete el médico en las recuperaciones post operatorias en vez de dejárselas a ella y a los de su profesión. En ese punto la verborrea se vuelve ya totalmente excesiva. Mis monosílabos esporádicos no la aplacan y ella se va quemando y quemando. Hasta que llega el acabose cuando grita «¡Es que los mato a todos!».

Se me cerró el culo, claro, pero no por estar bocabajo con la cara metida por el agujero de la camilla a través de papel sanitario y con poco margen de reacción. Lo que me asustó fue que la fisioterapeuta parecía reaccionar a aquella sobrenatural voz en off que los de ‘El Intermedio’ le pusieron al actual vicepresidente de Iberdrola, en un vídeo de una comparecencia colectiva en la que este aparecía con toda la cara de pirado. La voz le decía «¡Mátalos a todos!».

Gracias a Dios no pasó nada grave. Solo que yo pude descubrir lo que es el miedo interoceptivo. Y que aquí sigo con el ángulo muerto para la izquierda por culpa de la charlatana.
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