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Mi voz en lucha

21/02/2021
 Actualizado a 21/02/2021
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El filósofo parisino Jean-Paul Sartre proclamó la máxima «mi libertad termina donde empieza la de los demás» a mediados del siglo pasado. A día de hoy, aún no lo hemos interiorizado y ya se observan las consecuencias. Lo blanco y lo negro comienzan a confundirse y aquello que parecía nítido va difuminándose cada vez más. La polarización se agranda y no debemos caer en sus garras, pero tampoco permanecer neutrales. Se debe seguir luchando y alzando voces por las injusticias, por la defensa de las minorías o por la positivización de derechos, pero no te puedes convertir en aquello que denuncias.

Durante esta semana de manifestaciones por la condena de Pablo Hasél, ha habido un hecho que me ha llamado potencialmente la atención y que va más allá de barricadas, incendios, saqueos y determinadas actuaciones policiales. El pasado viernes, revisando la famosa red social del pajarito, me topé con un vídeo grabado en la Puerta del Sol por un conocido que trabaja en un popular medio de comunicación nacional. En él se veía a un grupo de jóvenes increpar a una periodista que estaba trabajando en dicha plaza y me resultó de lo más contradictorio. ¿No es acaso incoherente acudir a una manifestación en defensa de la libertad de expresión e insultar a quien se dedica a ello?

El periodismo sufre una crisis de fiabilidad, hay numerosos profesionales sensacionalistas o con un evidente sesgo ideológico y todos somos conscientes del peligro que supone blanquear o permitir discursos totalitaristas que atentan contra determinados derechos humanos. Nuestro deber es, entre otros muchos, dar voz a quienes no se les ha dejado hablar y desmentir los engaños que reiteradamente pronuncian aquellos que tienen exceso de verborrea. Somos las voces y las palabras que han de luchar por un mundo más justo, más diverso y más inclusivo. Por ello, los periodistas somos –o deberíamos ser– el mayor garante y exponente de la libertad de expresión. Que nunca se olvide que silenciar y controlar al periodismo sí que es perder la libertad y la democracia.
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