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Mi organizado desorden

19/09/2020
 Actualizado a 19/09/2020
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“Voy a preparar mi improvisación», comentaba Almeida a los más cercanos antes de un acto en la capital. Esa ciudad que desde la bendita distancia que te otorgan los más de 300 kms. da o quita la boina dependiendo de si vas o vienes, y que muchos provincianos alucinamos con el poco talento de sus políticos, que no son capaces de fijar una reunión antes del próximo lunes en plena emergencia sanitaria.

Yo me siento a gusto en el desorden organizado, desde bien pequeño. No creo que nunca haya ordenado nada. Una de mis defensas frente a los amantes de la armonía y de las proporciones perfectas es que el desorden no va aparejado con la suciedad. Porque no es lo mismo un desconcierto pulcro que un armario con ropas zorrunas y olorosas.

Hubo una etapa de mi vida en la que viví en la abundancia del desorden. Un apartamento todo para mí, en el que no me importaba salir de la ducha y mojar un poco el pasillo porque tenía la toalla en el dormitorio. O el top de la lista, que no es otro que el de hacer la silla al estilo taurino, es decir, cada día de la semana, al caer la noche, colocaba la terna: pantalón, chaqueta y camisa en la misma silla, día tras día, hasta el día de la colada, que solía ser el sábado, bien por la mañana o bien por la tarde, según la hora de llegada. El desorden no es nada malo, desconfíen de las mesas colocadas al centímetro, eso es como los monos limpios de los albañiles, una mesa colocada en exceso, siempre generará la duda de si ahí se ha trabajado lo suficiente. Como castigo a aquellos años en los que los platos y cacharros se colocaban según se limpiaban y en el que para no perder el tiempo aparejando calcetines siempre los compraba iguales, negros, apareció en mi vida la madre en apuros.

Sofía es todo lo contrario, equilibrio, disciplina y geometría. Manzanas en línea, y cargadores perfectamente recogidos y enrollados. Por suerte, Dimas, apunta más hacía el desorden organizado. El pasado miércoles el gran Alsina inició su tertulia con una noticia muy interesante. Un estudio científico que demuestra que ordenar los correos electrónicos por bandejas supone una pérdida de tiempo cuantificable. De manera que no sirve para lo que uno piensa, para hacerlo más fácil, sino todo lo contrario, te complica más la vida y por tanto pierdes mucho más tiempo. Yo, evidentemente, no ordeno los mails por bandejas, ni las facturas de la luz, ni del gas, soy más de ‘montocitos’. En mi mesa puede aparecer un periódico de cuando el Sr. Rubio andaba de reportero por los pueblos, pero les diré que soy feliz, que siempre he encontrado todo y que al igual que John Müller, celebro que la ciencia, por fin, se dedique a algo útil.
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