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Mi juguete roto favorito

05/04/2020
 Actualizado a 05/04/2020
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Esto se parece mucho al telediario», concluía un espectador de la exposición con la que se inauguró el Musac, hace ahora 15 años. La muestra se titulaba ‘Emergencias’ y proponía un recorrido por algunas de las grandes tragedias de la sociedad, la mayoría de las cuales sólo se han agravado desde entonces, en ocasiones reflejadas de forma tan explícita que, en su recorrido por la muestra, se podrían haber puesto cuanto menos un poco colorados el entonces Príncipe, la entonces Princesa (ese día fue Doña Letizia, el resto del tiempo la que llevó corona por el museo fue siempre Silvia Clemente) y las demás autoridades que les acompañaron en su paseo presuntamente informal pero completamente milimetrado:sólo se les podía fotografíar delante de determinadas piezas. Eran los tiempos de la bonanza económica, de las obras faraónicas, hasta el punto de que primero se proyectó un gran edificio que albergara un auditorio y un museo de arte contemporáneo y luego se decidió que no, que mejor dos, que todo a lo grande, que más hormigón. El problema que se encontraron los políticos de la época es que, una vez construido el edificio, había que llenarlo de contenido. Por dinero no era, desde luego, pero el arte contemporáneo, incluso el más egocéntrico (válgame la redundancia), suele estar reñido con todo lo que ya entonces representaban, que era exactamente lo que tiempo después llevó a varios de ellos al banquillo de los acusados. Expertos en no coger directas ni indirectas ni por supuesto sutilezas, salieron del paso sobrados, refugiándose en el «yo es que de esto no entiendo» como después se refugiarían en el «no me consta».

Surgieron algunas voces que criticaron que se gastara el dinero en cultura en lugar de hacerlo en aeropuertos, seguramente las mismas voces que luego criticaron que se contruyera un aeropuerto tan grande. La reacción de los leoneses fue la esperada. Los primeros días, el museo estaba «over», como definía alguno de sus responsables, y durante un tiempo todo el mundo quería bien celebrar allí sus eventos, llegando a confundirlo con una carpa de bodas, o bien acudir a las opulentas fiestas que el museo organizaba. La intelectualidad local reclamó en vano su dosis de protagonismo y se terminó dividiendo en partidarios y detractores: los había que eran capaces de defender la originalidad y la hondura creativa de un montón de escombro y los que criticaban todo lo que tenía que ver con el museo en cuanto alguien cogía aire para empezar a hablar. Mientras, el Musac se puso en órbita, se convirtió en un motivo para viajar a León, en una alternativa de ocio local en peor de los casos o de dinamizador cultural en el mejor, y a Rafael Doctor, su primer director, le invitaban a dar conferencias sobre estrategias de comunicación en todo el mundo por haber sido el artífice de su puesta en marcha, algo que no era precisamente fácil ni siquiera con los cuantiosos recursos de los que disfrutó.

Quince años después, el Musac sigue ahí, aunque muchos leoneses no lo recuerden ya. Cumple más que dignamente su misión, teniendo en cuenta los recortes de presupuesto a los que le somete la Junta de Castilla y León año tras año, y desarrolla una programación interesante en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, así no puede alcanzar el objetivo para el que fue creado, seguramente demasiado ambicioso. El término medio siempre ha sido una ecuación de segundo grado en esta tierra, inalcanzable para la mayoría, como las normas de circulación vial por una rotonda. Resulta llamativo que, a pesar de que su imagen se ha utilizado como icono de la provincia, el Musac está en León pero no debe de ser leonés, porque cada vez que la consejería de Cultura le mete un nuevo hachazo a la partida económica no se escuchan reivindicaciones ni del leonesismo ni de ningún otro partido.De toda nuestra colección de juguetes rotos, sin duda es de los más caros.
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