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Mi encuentro con Chirbes

23/08/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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No tenía noticias de que Rafael Chirbes hubiese caído gravemente enfermo, ni me había parecido que estuviera mal la tarde en que nos encontramos, más allá del vértigo que le aquejaba, según me dijo. Nos habíamos conocido hace cosa de un año para una entrevista breve (luego hablamos más de una hora), con motivo de la publicación de ‘En la orilla’ (Anagrama). Fue mi único encuentro con él. Yo sabía que a Chirbes no le gustaba la exposición mediática, pero aquella tarde habló muchísimo. Me confesó que ya no quería viajar, ni dar charlas, sobre todo por el maldito vértigo. «Me conformo con leer, con estar en casa. Ya no sería capaz de convivir con nadie. Cada ocho o diez días salgo y voy al pueblo, hago la compra y eso es todo», me contaba. Pero no parecía cansado. Encontré a un Chirbes muy lúcido, y no hubiera podido aventurar jamás que aquella sería mi única y última entrevista con él, y que unos meses después la muerte nos lo había de arrebatar. Chirbes fue un cronista de nuestro tiempo, como se suele decir, pero también un sembrador de ética. «Todo lo que escribo es de hoy. He querido mostrar cómo los crímenes de una generación suelen servir para comprar la inocencia de la siguiente. Mira la Transición: ¿no fue la gran fuga? De pronto todo el mundo se volvió demócrata, se creó una modernidad formal. La Transición se hizo a base de hacer desaparecer la ideología», me contaba. Decía que, como escritor, no pretendía parecerse a nadie: «hoy todo se empasta, hoy muchos escritores se parecen, y leen las mismas cosas». Para él, no había mejor libro que ‘La Celestina’. Aunque al hacer la crónica de la corrupción contemporánea, sobre todo al escribir ‘Crematorio’ y ‘En la orilla’, Chirbes se había sentido próximo a Dos Passos, otro gran narrador de la crisis. «Volví a leer la ‘Trilogía de los Estados Unidos’, claro, y el ‘Manhattan Transfer’. Dos Passos me maravilla, cómo consigue que todo encaje…». ‘En la orilla’ habla de un pantano, en el que están acumulados los desechos de la crisis. Es una gran novela sobre la caída, en la que se desmenuzan los fracasos de un tiempo desmedido. Aquella tarde Chirbes estaba contento, locuaz. No ha llegado a ver la salida de la crisis, pero tampoco creía mucho en ella: «tal vez se esté empezando a poner en cuestión el relato oficial. Pero no, no creo que las sociedades cambien tan rápido… Cuando volvamos a tener dinero, seguro que dejaremos de ser tan puritanos», decía con su media sonrisa y su voz tranquila. Una lástima haber perdido a un ser humano como Rafael Chirbes. Fue una gran suerte llegar a tiempo de conocerlo.
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