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Mi carro milenial

04/10/2021
 Actualizado a 04/10/2021
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A riesgo de que parezca una discoteca móvil, si el reglamento lo permite, mi carro llevará dos bafles para alternar titos, perreo y todo junto como hace Rodrigo Cuevas o Tanxugueiras. Los clavos de oro no, que tienen más clase las cuentas negras por el pecho entre la toquilla. El yugo con velocímetro para unos bueyes con toda la potencia y el sobeo y los cornales del cuero de un Mercedes, caro y hortera. Es fastidiado cuando se cruzan los cables de una adolescencia devota de lo quinqui y una madurez –¿puede ser?–cargada de añoranzas. Los diseños de aquellos coches que veía en las revistas que acabaron en el contenedor se proyectan ahora en aquellos carros en los que jugaba sin que entonces supiera dónde se aparcaban unos y otros, pero ambos dentro de mí. Hoy ni una cosa ni la otra. No tengo coche y cada año amenazo con engalanar un carro para San Froilán, sin que hasta ahora haya concretado el repetido propósito.

Hoy toca renovar la apuesta.

Categoría vacuno, aroma a lúpulo y a menta. Se busca costurera para bordar unas ricas telas de damascos con fantasías de leones asaltando castillos en llamas, por darle un profundidad política y que no nos tachen de carro milenial. Mastines por detrás, guardando la hacienda, con cinchas con tachuelas y carlancas de plata. Un carro con pretensiones, de leyenda, con el juego de bolos, las babuchas y las monedas de oro de la cueva de la bruja. Cargado de neuróticos versos de poetas bipolares que persiguen los rayos de luna que se cuelan entre los chopos, porque es un carro de ribera, con una bicicletacolgada por si toca darse mus con dos sacos de trigo de estraperlo. Un carro herético, consagrado a la Virgen del Camino y regido por las ménades, bendecido por San Roque y por el prieto picudo. Un carro con quesos mejores que besos y bajo cuya sombra poder llorar a gusto. Un carro épico que marque una época. Un carro que brille de noche, por mucho que haya llovido.
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