16/06/2020
 Actualizado a 16/06/2020
Guardar
Seguro que más de una vez nos hemos encontrado con gente que, haciendo gala de sensatez, dicen que ellos no se meten en política, que la política es para los políticos. Lo que ocurre es que olvidan que políticos somos todos. Lo dijo muy claro el gran sabio Aristóteles: «El hombre es un animal político». La política, por tanto, no puede ser monopolio de unos pocos, sino que nos afecta a todos por el hecho de ser hombres y vivir en sociedad.

Decir que la política nos resulta indiferente sería tanto como decir que no nos importa el trabajo, la sanidad, la educación, la seguridad, la paz, la justicia… el bien común. Equivale a desentenderse de los demás y a no tener interés por que se solucionen los problemas. Es una forma encubierta y descarada de insolidaridad. Los que nosotros llamamos políticos no son los dueños del cotarro, sino tan solo nuestros representantes. Por eso hemos de cuidar mucho el cómo han de ser quienes nos representan. Tampoco vale decir que todos los políticos son iguales o que todos son unos impresentables. La historia y la experiencia demuestran que hay notables diferencias a la hora de gestionar la cosa pública.

Éstos que dicen que no se meten en política se equivocan totalmente, pues, aunque no sean conscientes de ello, siempre hacen política. Por ejemplo, cuando alguien decide no ir a votar siempre favorece o perjudica a alguien con su abstención. Otro tanto podemos decir de quien vota en blanco o emite un voto nulo. Y puede darse el caso, y se da con frecuencia, de que ese pasotismo favorece muchas veces al que menos se desearía que gobernara.

Escribimos estas líneas en un momento muy difícil y preocupante para España, mucho más grave de lo que pudiéramos imaginar tan solo hace algunos meses. Mi opinión es una más, bastante insignificante, en medio de muchas voces de gente preparada y sensata que no ven nada claro el futuro. Pero también hay una gran mayoría que no se entera. Sucede como en el cuento de Pedro y el lobo. Cuando pensaban que todo era mentira, llegó el lobo de verdad. Y por eso no hay nada peor que el buenismo, el hacer oídos sordos a las más que justificadas críticas; que el llamar exagerados fachas o radicales a quienes vemos con preocupación la deriva a la que nos lleva el ‘Dúo Dinámico’ que ahora nos gobierna y cuya principal obsesión es el hacer efectivo lo que dice la canción: ‘Resistiré’, a cualquier precio, en la poltrona del poder. En estos momentos pocas cosas hay tan nefastas como la indiferencia o el silencio cómplice. Por eso, a pesar de la mascarilla, no cerramos la boca.
Lo más leído