Metafísica de las madreñas

Por Saturnino Alonso Requejo

Saturnino Alonso Requejo
26/03/2023
 Actualizado a 26/03/2023
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Cuenta ‘La Odisea’ en su Canto VIII que: «No hay gloria mayor para un hombre mientras viveque lo que hace con sus pies y con sus manos».

Y yo añado por mi cuenta y riesgo: y lo que hace cuando se calza las MADREÑAS y sale a mirar y admirar el Mundo que le rodea.

¡Las MADREÑAS: esos «útiles de confianza» que, por encima de su utilidad material, nos llevan de la mano a descubrir el misterio del Mundo: su Misericordia, la Espera y la Esperanza, la Ética, la Estética, la Mística, la Poesía, y así.

¡Cuántos nombres de mujer llamando a la puerta de nuestra casa!

En cuanto a la METAFÍSICA DE LAS MADREÑAS, la cosa sucedió de esta manera:
La DONATILA había madrugado, había encendido la lumbre bajera, había descolgado la mesa de dos brazos, y había puesto sobre el tablero la escudilla de puches con azúcar y chicharrones de unto.

El dios TARANIS se había puesto a nevar con las dos manos; y los pardales se metían en las vestechas a robarles el pienso a las gallinas. Y el pueblo de TARNA era una hogaza silenciosa en el regazo de la masera. Y el Camino del Puerto se había borrado lo mismo que un renglón de tiza en la pizarra de la escuela. Y la FUENTE NALONA no era más que un sollozo bajo los edredones de la nieve. Y todo ello, un escalofrío por la columna vertebral del alma.

EL MADREÑERO DE TARNA lió un cigarro gordo de petaca, meó contra la pared de la cuadra, levantó los ojos a la Sierra de Mangayo, y se metió en el Santuario de la Hornera donde se ahumaba la matanza y se curaban los tacos de abedul que iban a ser MADREÑAS TARNINAS.

Después se colgó del pescuezo el mandilón de cuero, y se puso a dolar las piezas de abedul que se dejaban hacer como si fueran sus amantes.

¡Cómo se dejaba manejar la Doladera, Dolobre y Habladera, que de estas tres maneras se llamaba allí aquella herramienta de madreñero; a medio camino entra el hacha pequeña y la azuela de dos bocas.

En el tablero de la pared, como santos en el retablo, esperaban en silencio el Formón, el Escoplo, el Badano, las Gubias, la Legra de lengua curva, y así. Todo esto, para hacer el adentro o regazo de unas madreñas ajustadas.

Y, mientras el vacío iba apareciendo como llamado por un conjuro, la imaginación del MADREÑERO se echaba a volar fuera del Arca de la Hornera como la Paloma de Noé después del Diluvio Universal.

NO es que el MADREÑERO DE TARNA hubiera oído hablar de ALBERTO DURERO; pero sabía por experiencia lo que había dicho el MAESTRO GRABADOR de Nuremberg:
«El arte está dentro de la Naturaleza y el que puede arrancarlo fuera de ella, lo poseerá».

De esta manera, el MADREÑERO DE TARNA, dolando, escoplando y escofinando..., iba creando un par de madreñas habitables. Porque, habiendo abandonado la FÍSICA, se había empadronado en la METAFÍSICA, pasando de la materia a la Cosa; de la Cosa a la Obra; de la Obra al Útil y crear un mundo circundante. Y aquellas madreñas se consumaban en el servicio como las criadas o las Santas de un retablo. Y, cuando aparecía por allí el Párroco, le decía al Madreñero:
– ¡Domiciano, estas madreñas tuyas son un SACRAMENTO, porque llevan a uno más allá de sí mismo!

Mientras la nieve seguía cubriendo el Mundo, el Madreñero recordaba aquel par de madreñas querenciosas que había tallado con mimo para DOMITILA, que hoy era ya su mujer. Que llevaban en lo alto del empeine las iniciales de ella:
¡Justas para ella! ¡Que anda que no la tenía bien calibrada! Y los pies de ella, allí dentro, eran como dos tórtolas en su nido: o como la custodia levantando el Sacramento.

Era entonces cuando el Madreñero la veía venir calle abajo cimbreando su talle. Y sus pezones de moza, firmes y delanteros, empujando el aire contra las paredes encaladas.
Sucedió después que le fue llenando la casa de rapacines, y la cocina parecía un acerico plagado de alfileres.

En fin: que las MADREÑAS TARNINAS llevaban dentro una Filosofía Metafísica. Y eran mandibles como ese burro monacal que espera a la puerta de casa que le cinchen la albarda.

El Profeta decía al oído:
«Un compañero es la mejor provisión para hacer el camino».

En fin: que las MADREÑAS TARNINAS fueron nuestras confidentes. Hasta nos confesábamos con ellas cuando faltaba el Párroco por culpa de una nevadona.
Siendo nuestras compañeras de viaje, bien estaría que nos enterraran con ellas puestas.

¡Qué gran gozo ir madreñeando al Más Allá!

¡QUE ASÍ SEA Y AMÉN!
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