Mestre: "Deshacerse civilmente del que disiente es un acto de cobardía democrática y un delito contra la inteligencia"

El poeta, ilustrador, músico y grabador recibe el reconocimiento del Premio Castilla y León de las Letras a toda una trayectoria como “artista polifacético”

Ical
19/04/2018
 Actualizado a 17/09/2019
Juan Carlos Mestre a su paso por la Feria del Libro de León. | MAURICIO PEÑA
Juan Carlos Mestre a su paso por la Feria del Libro de León. | MAURICIO PEÑA
El poeta y escritor Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957) añadirá su nombre este año al de los ganadores del Premio Castilla y León de las Letras en reconocimiento a una trayectoria como “artista polifacético” que lo ha hecho transitar por terrenos tan dispares como la música, la ilustración o el grabado, además de la poesía. Tras una andadura de más de cuatro décadas en el mundo de los versos, el autor encara la actualidad sin perder el espíritu combativo contra “los inquisidores y su recua de acólitos” y contra la conversión del arte en un producto de mercado más.

- Sus inicios en el universo de la palabra tienen lugar en el mundo del periodismo. ¿Qué recuerda ahora de aquella experiencia?
- Así es, mi vocación fue temprana, a los quince años ejercía de corresponsal del Diario de León en mi pueblo. Siendo estudiante de Periodismo, en Barcelona, trabajé en el periódico Mundo Obrero, y luego en la revista Ajoblanco, en la época en que la revista fue dirigida por Amparo Tuñón. Un medio marxista y otro anarquista fueron por entones una buena escuela para la contradicción y la heterodoxia, digamos, de un ejercicio libertario de la escritura. Concluida esa etapa, poco duró mi relación con los lenguaje normalizados de la sistemática, la prevalencia de los simulacros de lo noticioso y los libros de estilo.

- En el campo de la poesía también empezó de manera muy precoz y antes de cumplir 30 años ya había recibido el prestigioso premio Adonáis por 'Antífona de otoño en el valle del Bierzo'. ¿Cuánta culpa de ello tuvo Antonio Pereira, con quien comparte lugar de nacimiento y un espacio en el palmarés de este Premio Castilla y León de las Letras?
- Publiqué mi primer libro a los veinte años, 'Siete poemas escritos bajo la lluvia', aunque ahora diría que además de las persuasivas aguas del Bierzo, también lo hice bajo la influencia de Neruda y Lorca. Se había suicidado mi joven amigo, el poeta Gilberto Ursinos, a quien escribí el primer poema que yo reconozco como tal, 'Elegía en mayo'. A través de él, como una catarsis, tuve conciencia de que la poesía era ya mi única posibilidad. Al final de los años setenta, el dialogo con Antonio Pereira y Antonio Gamoneda dio paso a una relación de fraternidad que se prolonga más allá de la admiración literaria. Las vivencias con ambos han sido esenciales en la manera de entender las palabras del mundo como un acto crítico de conciencia.

- El propio Pereira, Ramón Carnicer, Gonzalo López Alba, Gilberto Núñez Ursinos, Enrique Gil y Carrasco... ¿Es Villafranca una tierra de escritores?
- Y de panaderos, y de campesinos, y de pintores y de fotógrafos… Hay muchas maneras de escribir las ensoñaciones y las realidades de lo natal. Sin duda, la intensa relación con el arte de las palabras, tan viva por aquel entonces en las bodegas de la calle del Agua, los versos melancólicamente iluminadores de Gil y Carrasco, la presencia de tantos poetas en las festivas asambleas de la poesía, me abrieron los oídos ante un coro de voces tan apasionantes como diferentes. La poesía lárica de Ursinos, la benevolencia moral de Pereira o la modernidad ética de Gamoneda fueron para mí sendas maravillosas hacia las formas poéticas, como una manera de conducta de innegociable desobediencia a las formulaciones del mal.

- Este premio que ahora le entregan reconoce toda una trayectoria ligada al mundo de la poesía y el arte. En 2009 también recibió el Premio Nacional de Poesía, en este caso por una obra en concreto, 'La Casa Roja'. ¿Qué hace más ilusión, el reconocimiento a una vida o a una de las cimas de su obra?
- El verdadero, el único premio, es tener lectores, esas personas amigas que en la complicidad de lo misterioso habitan la misma casa de huéspedes que es siempre un libro. Un poema es un lugar y un acto de acogida a las palabras que han huido del pabellón de reclutas del diccionario para ejercer la insumisión de los actos creativos, distanciarse del lugar común de los lenguajes de dominio y tratar, si se puede, de ampliar los horizontes significativos del porvenir.

- El jurado también reconoce para entregarle este premio su condición de “artista polifacético”. Y es que además de poeta, es usted ilustrador, grabador, músico... ¿Todos esos artes beben de la misma fuente de inspiración?
- Heterogéneo diría yo. Hago cosas de distinta naturaleza, pero sólo aparentemente. Escribir o pintar son para mí actos de un mismo imaginario, no disciplinas autónomas ni complementarias. Es la idea la que impulsa el acto creativo, la percepción de lo otro que sólo está en nuestra conciencia y cuya imagen se acoge a un papel de grabado o una pagina de escritura. Los procedimientos, en mi caso, son totalmente secundarios.

- Su trayectoria literaria está íntimamente ligada al mundo de la poesía, aunque también ha trabajado el ensayo. Como escritor, ¿no se siente atraído por el género de la novela?
- No he sido consciente de transitar ningún género, en mi escritura no existe desplazamiento de conciencia. Un poema puede ser una brevísima novela y una reflexión ensayística puede ser la fuga de una idea que no desea permanecer entre versos. Los límites estilísticos suelen ser falsos, estabulaciones de los discursos de orden cuyo fin último es la domesticación, control y facturación de la escritura como cualquier otro banal producto del mercado.

- Sobre el escenario, en multitud de ocasiones le acompaña un acordeón. ¿Qué significa para usted? ¿Es una manera de protegerse frente al público o una manera de abrigar las palabras?
- El primer acordeón llegó a mis manos como una forma de gratitud, una manera hermosa de recordar los grandes días de la esperanza. Sí, protege, abriga, con la humildad de los chicos y las muchachas que algún día siguieron la voz de los vientos.

- En sus poemas se hace evidente el compromiso con valores como libertad, justicia o memoria, resumidos en un verso que dice “Las estrellas para quien las trabaja”. ¿Corren buenos tiempos para los autores comprometidos?
- No conozco a ningún escritor que no se comprometa con lo que sea, el nenúfar o los pies descalzos del hambriento. No reside ahí, creo yo, la categoría del desafío, sino en la voluntad estética de la que está investido el texto en sus múltiples significados, distinto afortunadamente en la percepción de cada lector. Un poema no es una misa cantada sino una forma de entender la vida como un proyecto espiritual, entender que los seres humanos somos responsables unos de otros. Respecto a los tiempos, la involución en el tiempo de la sordera y el autoritarismo hace que corran los mismos tiempos malos que, sin ser peores, son la consecuencia de otras páginas aún por escribir del imperativo categórico de la memoria.

- También ha dejado escrito que en el equipaje de un poeta no puede faltar “un tintero para el himno de la desobediencia”. ¿Qué opina del momento político actual respecto a la cuestión de la libertad de expresión?
- Se dice que los avisadores del fuego son aquellos que advierten de las catástrofes inminentes, precisamente para que éstas no se produzcan. Deshacerse civilmente del que disiente no solo es un acto de cobardía democrática sino también otra forma de delito contra la inteligencia. El retroceso es obvio, excepto para los inquisidores y su recua de acólitos. La libertad no es un territorio extensible a voluntad del Hércules de turno, existe en su plenitud como un derecho inalienable de la lucha dialéctica y universal por los derechos civiles. Considero una felonía política y una vergüenza jurídica lo que está pasando.

- ¿Qué proyectos de futuro quedan pendientes en su tintero?
- No he tenido nunca proyectos, tengo anhelos que en su mayoría no se cumplen, ideas que me gustaría tener y no tengo. Pienso, sigo pensando en lo pendiente, en las herencias incumplidas, en los sueños olvidados, en la necesidad de la restitución y en lo aún por nombrar: los cientos de miles de compatriotas demócratas que yacen en las cunetas, la rotunda reprobación de la impunidad y los flecos del estado franquista. La tinta pendiente está del lado de los débiles y los descontentos, una solidaridad también extensiva a los refugiados. En fin, creo que no hay proyecto posible sin la continuidad de los actos de resistencia dialéctica ante el alarmante deterioro de la libertad de pensamiento y los derechos públicos, sin otra forma de entender el buen gobierno desde los postulados del humanismo contemporáneo y sin el refuerzo de la educación y la cultura como tareas esenciales de un estado laico y moderno.


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