28/10/2020
 Actualizado a 28/10/2020
Guardar
Este mes he escuchado muchos discursos. Por voluntad propia, cierto, que bien podía haber eludido tales prestaciones de atención. Pero, acaso por lector, tengo la costumbre de preferir la escucha completa y de viva voz de la disertación elegida a cualquier entresacado, ya no digamos si es interpretado por otros. Lo aprendí en mis reconciliadoras lecturas de y con la Biblia. ¡Cuánto trujamán me sobró!

Comencé la tanda en Asturias y por vecindad con Somao (pueblo ejemplar 2020). Oí la alocución de la princesa Leonor a los vecinos. No lo niego, en medio de la pandemia, tuve unos momentos de ficción grimmesca en los que, lo confieso, abandoné a Mafalda. ¡Ah, ‘la vie en rose’!

Deseando salir del principesco encantamiento, bajé a la arena parlamentaria, tantas veces lodazal, y vi y escuché las sesiones de la moción de censura. En reiteradas arengas me sospeché en el túnel del tiempo andando por las grises calles de mis veinte y algunos años. Lo bueno fue que descarté todo síntoma de pérdida de olfato. Qué tufo a nacionalismo y patrioterismo de la peor calaña, que hedor a... Qué lástima, no compasiva, sino apesadumbrada e inquietante la dada por la extrema derecha censora. Y qué golpe de efecto la posición del PP, su vuelta a los usos parlamentarios y democráticos. Descartada la indecisión sembrada y mantenida no sólo por Pablo Casado, sino también por el previo hacer de algunos de sus parlamentarios, ahora ya solo me queda la duda tomasiana: ver para creer. ¡Hala, toque de diana y todas sus señorías a lo nuestro, que es lo suyo!

Por orear navegué a Francia. Qué doloroso placer oír al presidente Macron defender los valores de la Ilustración y de la República en el homenaje a Samuel Paty: «…profesor, defenderemos la libertad que usted enseñaba tan bien, y sostendremos el laicismo, no renunciaremos a las caricaturas»; «Samuel Paty fue la víctima del odio a lo que de manera existencial somos nosotros… a nuestros valores, a Europa».

Por orear fui también a Uruguay. A escuchar la despedida de José Mujica, a escuchar de su boca, conocida su historia vital, cómo «en mi jardín no cultivo el odio», «la política es la lucha por la felicidad humana»; y a México, donde años ha advirtió de los peligros que acechan a la democracia y al republicanismo. Entre otros el sentido nobiliario de tanto político aun republicano se diga. La corte siempre fue peor que el rey.

Escribo en una mañana gris, mas fuerzo luces de esperanza gracias a hombres de bien.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
Lo más leído