Imagen Juan María García Campal

Merma mi bosque de afectos

30/06/2021
 Actualizado a 30/06/2021
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Quizá debiera escribir hoy en negrita para que aún más se resaltase el bruno sobre el papel o la pantalla, según en qué usted me lea, el texto que me late en el cerebro. O quizá debiera escribir sobre alguna otra cosa de las que nos hostigan los días y guardarme en los adentros este palpitar de páramos. Pero ya bastantes emociones y sentimientos buenos, y menos, me he guardado en los tú a tú como para colmar aún más la bolsa de los estériles silencios. Hay tan pocos realmente elocuentes, aun cuando haya numerosas personas partidarias de ese dicho que tanto me disgusta: «No hay mejor palabra que la no dicha».

Quizá todo sea que hoy, día en que escribo, se me ha desertizado un poco más el bosque de afectos, esos cariños que engendran los vividos días. Sí, ya sé, es connatural a la edad que uno viene acumulando, pero no lo alivia su naturalidad; al contrario, le recuerda a uno sus constantes crecientes pasos, la merma de la distancia que lo separa de su último acto vital. Y no es esta verdad la que me altera el ánimo, sino el constatar, una vez más, la inutilidad de tantos humanos sufrimientos.

No es que tema la muerte, lo tengo escrito en renglones cortos: «Como apasionado amante/ de la vida/ hablo mucho con la muerte.// Para amar con pasión la vida,/ creo no se debe temer ni aborrecer/ del trance culminante a la hacedora.// Sería, pienso,/ como si los poetas repudiasen/ los versos últimos de sus poemas/ o sus finales puntos/ si aquellos por magistrales tuviesen».

No, no repudio la ineludible muerte. De lo que abomino y me indigna es el previo sufrimiento inútil, desesperanzado. Yo «Solo sé y digo que la deseo sosegada,/ no abrazado por dolorosas garras/ ni con los voluptuosos sentidos/ desahuciados de la vida atesorada.// No, la deseo serena y escrita y hablada,/ sin reproche alguno, con las gratitudes,/ que muchas son, cumplidas y cuadradas». Además «Educado, sin despedirse y dar las gracias,/ nunca es irse de donde bien se ha estado».

En fin, perdónenme este desahogo, casi diatriba, pero se me ha caído un árbol del bosque de esa especie que es «La palabra que ilumina la oscuridad./ La presencia que abriga de los fríos./ La mirada que abate el desamparo./ La mano que despliega el horizonte./ La reserva que proyecta perspectivas./ La fuerza que del abatimiento rescata./ La ausencia que se sabe compañía./ La humana maravilla de la amistad».

Sí, se me ha muerto un, otro, amigo, todo un ninja. Cosa que yo no soy. ¡Ay bosque, ay senda!

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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